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Un casco para mi padre
Un prototipo para la ciencia diseñado desde las emociones
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Carlo Ratti habla sobre ‘diseño sensible’
29/03/19
- Futuro

Cuando emprendí mi viaje a Barcelona para cumplir mi sueño de convertirme en diseñador industrial, a menudo recordaba las palabras de mi padre quien, como ingeniero industrial, tenía una visión del diseñador como mero desarrollador de producto, sin capacidad de análisis técnico.
Tras finalizar mis estudios volví a casa con un diseño bajo el brazo. Se trataba de una vela en forma de barco de papel que desarrollé para Cerabella, junto con Marta Méndez, y cuyo éxito comercial perdura veinte años después. Percibí la aprobación en la mirada de mi padre al verlo, entendiendo ahora la diferencia entre un ingeniero y un diseñador industrial. Mientras el primero identifica los aspectos técnicos de un producto, el segundo tiene que ser capaz de establecer un vínculo emocional entre ese producto y el usuario final.
Más tarde, mi padre enfermó de Párkinson, hasta que murió en 2011. Por casualidades de la vida, aquella experiencia y vínculo con mi padre acabó por nutrir un proyecto que uniría lo técnico y lo emocional de una manera inesperada.
El proyecto de investigación médica
A través de un amigo en común, entré en contacto con un equipo de científicos formado por Antonio Oliviero y Guglielmo Foffani. El primero es uno de los neurocientíficos con más experiencia en el uso de la estimulación magnética transcraneal (TMS) que ha liderado numerosos estudios científicos sobre el uso de la estimulación cerebral no invasiva y que prepara ensayos clínicos sobre la migraña, Párkinson y otras patologías en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. El segundo, Foffani, es un experto en neuroestimulación y señales cerebrales que dirige estudios sobre enfermedad de Parkinson en el Centro Integral de Neurociencias A.C. (HM CINAC). Los estudios de estos neurocientíficos se centran en investigar la influencia de los campos magnéticos de cierta intensidad sobre la actividad neuronal como una manera no invasiva de tratar determinadas dolencias con origen en las células nerviosas y el córtex cerebral. Con este objetivo en mente, hace unos años fundaron la empresa Neurek como organismo satélite de la Fundación del Hospital Nacional de Parapléjicos.

Diseñar un dispositivo para la investigación
Durante el proceso de investigación se ha visto la necesidad de crear un casco portátil para los pacientes, para poder usarlo en casa y evitar el desplazamiento al centro hospitalario y el uso de maquinaria costosa para llevar a cabo los ensayos clínicos. Así surge la idea del neurocasco, una especie de carcasa craneal que puede equiparse con unos imanes de gran potencia y con placebos, y sirve para investigar si estos imanes tienen un efecto sobre las neuronas y, por tanto, sobre determinadas dolencias de origen neuronal. La tesis se basa en que los campos magnéticos situados sobre puntos estratégicos de la corteza cerebral presentan un efecto inhibidor y reducen la actividad neuronal, mitigando así determinados síntomas. En concreto se pretende investigar los posibles efectos de estos imanes en enfermedades neurológicas como las migrañas con fotofobia, las disfunciones motoras relacionadas con la enfermedad de Párkinson o las crisis de epilepsia, entre otros muchos campos de investigación. Aunque los resultados aún no son concluyentes, puesto que en la actualidad las investigaciones siguen en activo, el objetivo último de estos estudios es que los pacientes puedan gozar de una mayor calidad de vida y vean reducidos sus síntomas.

La importancia de la estética
Al principio, cuando Antonio y Guglielmo empezaron a desarrollar el neurocasco no contaban con un diseñador industrial y se servían de unos primeros cascos artesanales, manufacturados con unas tiras de cuero. Fue mi amigo Jose Apesteguia, investigador en economía experimental, quien me puso en contacto con Antonio al ver la necesidad de rediseñar este primer prototipo.
“Para nuestra sorpresa, durante el proceso de diseño vimos que la belleza del objeto en sí vendría determinada por la propia ergonomía del cerebro.”
Desde un principio nos planteamos que, si el neurocasco realmente llega a demostrar sus efectos positivos a nivel médico, el objeto en cuestión no sólo debería ser útil sino también estéticamente agradable de cara a los futuros pacientes; no un armatoste feo sino algo bonito. Para nuestra sorpresa, durante el proceso de diseño vimos que la belleza del objeto en sí vendría determinada por la propia ergonomía del cerebro. Como teníamos que actuar sobre zonas concretas de la corteza cerebral, el soporte de los imanes y de los respectivos placebos resultó ser una especie de fotocopia externa de la misma forma orgánica del cerebro. Por este motivo también creamos varios modelos de cascos, con distintas configuraciones, situando los receptáculos de imanes en distintas partes según el área del córtex a tratar.
“¿Y cómo le llevaremos el casco al abuelo?”
Por desgracia mi padre falleció antes de que empezara a colaborar en este proyecto. Le hablé de él a mi hija mayor, después de nuestro taller de co-creación tipográfico. Le comenté que, si las pruebas que se estaban haciendo fuesen bien, el neurocasco podría ayudar a gente con la misma enfermedad que su abuelo. Entonces ella me preguntó que cómo íbamos a entregarle el casco al abuelo… En este instante de ternura comprendí que en medicina a menudo se trabaja a muy largo plazo y los pacientes predispuestos a participar en ensayos clínicos son como los niños que nos ayudaron con el logotipo: son también padrinos de los potenciales pacientes del futuro.
Imagen principal: El Casco Neurek de Luki Huber. Foto cortesía de Luki Huber.
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