El comercio automatizado llega a la arquitectura

Cómo la arquitectura incorpora el comercio y coevoluciona con él

No pensábamos que una tecnología personalizada, rápida y fugaz pudiera afectar a los fundamentos relativamente estables de la arquitectura del futuro, del mobiliario, las instalaciones y la distribución de los espacios de la vivienda, pero está sucediendo y a un ritmo que los diseñadores y arquitectos deberían empezar a tener en cuenta. La tecnología es el impulsor más potente y veloz de estos cambios, y no solo de las innovaciones propias de los edificios en sí. Las fábricas y luego los automóviles transformaron las estructuras urbanas durante el siglo pasado y ahora les toca el turno a los algoritmos autónomos.

En la década de 1940, el auge de la industrialización atrajo a las familias jóvenes a las ciudades. Le Corbusier concibió la Unité d’Habitation: bloques de apartamentos densos y altos que encarnaban el nuevo orden social. Situados cerca de la red de transporte público, no necesitaban aparcamientos; pequeños comercios de proximidad abastecían de comida y artículos para el hogar. De este modo, la compra diaria exigía poco espacio de almacenamiento; un espacio formado por muebles empotrados, cocinas diminutas y otros muchos sistemas para ahorrar espacio. La azotea comunitaria y las zonas ajardinadas eran lugares compartidos destinados a la práctica deportiva, el ocio y la sociabilidad.

La antítesis del diseño de Le Corbusier son las McMansions (mansiones suburbanas) estadounidenses —gigantescas casas que se popularizaron en las décadas de 1980-90. Tenían un dormitorio para cada habitante de la casa, inmensos salones con grandes televisores, aparatos de alta fidelidad y de vídeo, y zonas de césped más grandes que parques urbanos. Situadas lejos de los edificios de oficinas del centro de las ciudades, los promotores construyeron autopistas de ocho carriles para acceder a estos barrios periféricos, flanqueadas por grandes centros comerciales y gigantescas zonas de aparcamiento. Garajes de tres plazas albergaban SUVs (suburban utility vehicles, por sus siglas en inglés) para ir a Walmart y cargar paquetes de cereales tamaño XL, detergente o papel higiénico para un mes o más. Los garajes tenían enormes estanterías y grandes congeladores, mientras los SUVs adquirieron características hogareñas, con sus dispositivos de entretenimiento y portavasos.

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VISTA DE LA UNITÉ D’HABITATION DE MARSELLA, DISEÑADA POR LE CORBUSIER Y EL DIAGRAMA DE UNA UNIDAD RESIDENCIAL TÍPICA. FOTO VÍA WIKIMEDIA COMMONS

En ambos casos, los edificios coevolucionaron con un modelo de comercio concreto. Cada transacción confluía en un sistema que se retroalimentaba y que abarcaba desde los espacios de almacenamiento particulares hasta el diseño de la propia ciudad. Pero estos nuevos diseños, enormemente populares, ampliamente imitados y representativos de toda una época, pronto pasaron a simbolizar todos los males del mundo: la industrialización deshumanizadora y el consumismo desbocado. Lo que antes fueran deslumbrantes bloques de apartamentos en la actualidad se han convertido en barrios marginales y los Millennials hipsters prefieren los lofts urbanos a las mansiones suburbanas.

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UNA «CASA DE ENSUEÑO» INACABADA Y ABANDONADA EN NURKO ROAD, MILLSTONE TOWNSHIP, CONDADO DE MONMOUTH, NUEVA JERSEY. FOTO DE BLAKE BOLINGER/FLICKR

Proyectar viviendas y ciudades en la era del a-commerce

Por disruptores que fueran las fábricas y los automóviles para el comercio y la arquitectura, la tecnología digital avanza más rápido y tiene un mayor impacto. Si la economía y la arquitectura coevolucionan, ¿cómo afectará la tecnología al futuro de a la arquitectura del futuro?

Los ordenadores personales y el comercio electrónico (e-commerce) de principios del año 2000 y, más tarde, los teléfonos inteligentes y el comercio móvil (m-commerce) cambiaron no solo la forma de comprar, sino los propios espacios físicos. Librerías, tiendas de discos, oficinas de correos o agencias de viajes fueron desapareciendo, y los bancos abrieron cafés para mantener una presencia física rentable. Los empleados comenzaban a teletrabajar y las oficinas cerraban sus puertas, al tiempo que se abrían espacios de coworking, más atractivos para los nómadas digitales. Y, mientras hoteles y ciudades tratan de hacer frente a Airbnb, su filial Samara ya tiene un pie puesto en el diseño de viviendas.

Si el e-commerce y el m-commerce eran ya grandes, el comercio automatizado (a-commerce), basado en la inteligencia artificial, el blockchain y el internet de las cosas, podría llegar a ser todavía mayor.

Cómo el a-commerce afectará a la arquitectura del futuro: la membrana de transacciones

Mientras el mundo digital opera mediante interfaces, la arquitectura lo hace mediante membranas: el límite entre el exterior y el interior, entre lo abierto y lo cerrado. Proponemos la membrana de transacciones como lugar de encuentro del a-commerce y la arquitectura, como la capa en que se admite o se rechaza el comercio en forma de bienes, personas, energía u otros intercambios de valores.

Antiguamente las casas tenían una entrada aparte para el servicio y las entregas; un sistema idóneo para drones y otros vehículos autónomos de reparto. Amazon está probando cerraduras inteligentes, que permitan a los transportistas de paquetería acceder a nuestras viviendas, y compañías como Segway, Starship y Serve están ensayando con robots de reparto que se desplazan por las aceras. Para que estos intercambios y transacciones sean seguros, necesitamos una membrana de transacciones, lo que podría comportar el reconvertir el recibidor o vestíbulo de nuestros apartamentos en zona de carga, o la instalación de ventanas o puertas inteligentes que se abran para las pequeñas entregas de los drones. Una vez haya entregado la comida del día, el robot podría sacar la basura. Y cuando los drones no estuvieran ocupados en las entregas, podrían dedicarse a tareas tales como el mantenimiento, la limpieza o la seguridad.

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UN ROBOT DE REPARTO EN ESTONIA DESARROLLADO POR STARSHIP TECHNOLOGIES

Al igual que el transporte, el almacenamiento y los electrodomésticos, transformados e integrados en los edificios, podrían formar parte de la membrana. Un frigorífico o un horno podrían tener dos puertas, una hacia el interior y la otra hacia el exterior. El a-commerce convertirá aparatos caros y poco utilizados en un modelo compartido de ‘electrodoméstico-servicio’, liberando así espacio en la cocina.

Al igual que los electrodomésticos, la tienda o el supermercado del futuro también podrían ser móviles –una ‘robodespensa’ con ruedas en lugar de paredes. Incluso si se ubican en edificios, el auge del reconocimiento de objetos y los supermercados automatizados transformarán completamente nuestra experiencia de compra. Tal vez hagamos más cosas en casa: los investigadores estiman que se podría trasladar a la misma cantidad de personas o de bienes con solo un 40% o, incluso, un 10% de los vehículos utilizados actualmente. Si los garajes se vaciaran, podrían convertirse en espacios ajardinados interiores o en centros de reciclaje doméstico.

En un mundo de a-commerce, esta membrana de transacciones se convertirá en la nueva capa de comodidad, seguridad y privacidad. Es más, solucionará cuestiones sociales o ambientales como el reparto de tareas domésticas, la optimización de la distribución de alimentos y la gestión de residuos; o la integración de los espacios vitales, laborales y comerciales liberará nuestro tiempo para que disfrutemos de la vida. Arquitectos y diseñadores deben incorporar este nuevo paradigma de comercio pasando de la escala particular a la planetaria.

Mark Bünger es co-autor de este artículo. Junto con Cecilia MoSze Tham, escribe sobre el futuro de la tecnología, el diseño y la humanidad.

IMAGEN PRINCIPAL: El futuro de la venta al por menor. Ilustración de Nils-Petter Ekwall