Una nueva revolución industrial

Cómo la impresión 3D puede cambiar realmente la forma en la que producimos, distribuimos y consumimos

Este artículo pertenece al archivo de Roca Gallery. Se publicó por primera vez en marzo de 2023.

Una máquina para crear cualquier objeto, con infinitas posibilidades formales, construido de la nada en cualquier momento, desde tu propia casa… Esta era la principal promesa de la impresión 3D hace una década y ciertamente en muchos casos ya es toda una realidad. Hoy en día producimos todo tipo de pequeños objetos utilizando la impresión 3D, no solo juguetes y artículos de menaje, sino también joyas, ropa, calzado, prótesis e incluso alimentos u órganos para trasplantes.

Como diseñadores, la impresión 3D nos ha permitido crear formas inconcebibles anteriormente, objetos de extremada complejidad y detalles solo presentes en aquellas épocas en las que los artesanos eran mayoría y la artesanía no se había visto eclipsada por la producción industrial. Es normal experimentar una fascinación desmedida cuando tenemos acceso a un salto tecnológico y eso es exactamente lo que nos ocurrió cuando tuvimos entre nuestras manos una impresora 3D.

No podíamos dejar de explorar la complejidad formal que por fin podíamos materializar, de ahí que la primera incursión de esta tecnología en el campo del diseño se centrara en la expresión formal, en el detalle extremo y en la resolución ilimitada a la que al fin teníamos acceso. Las esculturas y los objetos de diseño impresos en 3D comenzaron a llenar museos y galerías de todo el mundo y el discurso sobre el posible futuro de la impresión 3D y la fabricación digital aditiva se convirtió en materia obligada en todas las escuelas de arquitectura o diseño.

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Moving to Mars, exposición en el Museo del Diseño, Londres, mobiliario impreso en 3D de Nagami, diseño cápsula de Hassell Studio. Foto © Naaro

Sin embargo, a pesar de que la construcción de formas cada vez más complejas fue positiva para la evolución de la tecnología y de nuestro pensamiento de diseño en torno a ella, el verdadero potencial permaneció oculto hasta hace muy poco, cuando no solo la comunidad de diseñadores, sino también un sector industrial mucho más amplio empezaron a reconocer la impresión 3D no solo como la herramienta definitiva para la variabilidad ilimitada, sino principalmente como la solución perfecta para la fabricación distribuida.

Lo importante en la expresión «una máquina para crear cualquier objeto» no es la complejidad formal del objeto en sí, sino la increíble versatilidad que esto aporta a una configuración industrial, ya que poder saltar de la creación de un objeto a otro completamente diferente en cuestión de segundos implica eliminar la necesidad de tener existencias y permite la personalización sin coste adicional. Por fin podemos diseñar de forma distribuida, con una tecnología increíblemente compacta que acerca a productores y consumidores, reduciendo drásticamente la huella de carbono implícita en los envíos de largo alcance y reciclando una fuente de material desgraciadamente abundante: el plástico.

La necesidad de esta proximidad a la fuente de producción y la rápida adaptabilidad se hizo evidente con la COVID-19, cuando en menos de una semana todo el mundo se dio cuenta de que el suministro de equipos médicos, especialmente los EPI (equipos de protección individual) no podía atender el rápido aumento de la demanda. Con el bloqueo total de China, donde se producen y exportan la mayoría de los equipos médicos a todo el mundo, y la paralización total de la producción, había que encontrar métodos de fabricación alternativos. La versatilidad de la impresión 3D permitió a los fabricantes de todo el mundo comenzar a imprimir equipos para cubrir la falta de suministro, donándolos a los hospitales locales.

Y así se rompió el paradigma de la formalidad que implica la impresión 3D. La necesidad urgente del mundo de contar con procesos de fabricación ágiles y adaptables destapó una nueva forma de entender, y en definitiva de utilizar, una máquina de impresión 3D. Aunque este cambio surgió en un contexto de emergencia, demostró el potencial de la impresión 3D para acceder a un mercado real y tener un papel que desempeñar en la alteración de la cadena de producción existente.

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Vitrus, diseñado por Manuel Jiménez García para Nagami. Foto cortesía Nagami

Cuando iniciamos Nagami en 2016, sí nos planteamos qué expresiones formales surgirían al llevar la tecnología al límite, lo que se materializó en los primeros proyectos como la Voxel Chair v1.0 o incluso las piezas que se desarrollaron junto a otros diseñadores como Zaha Hadid Architects y Ross Lovegrove. Sin embargo, desde el principio la verdadera ambición de la empresa fue crear una vía dentro del mercado existente de productos de impresión 3D, sin negar la posibilidad de exponer el trabajo en espacios académicos o artísticos, pero buscando siempre operar en un ámbito competitivo y asequible.

El verdadero impacto en cualquier mercado se produce cuando un producto completamente novedoso puede alterarlo por ser especial, accesible y competitivo. Y aunque esas piezas y otras que seguimos produciendo muestran el potencial de esta tecnología para crear un nuevo lenguaje formal, este producto ya no pertenece únicamente a las galerías y los museos, sino que ha sido optimizado para ser ampliamente adoptado fuera de esos entornos elitistas.

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The Throne, diseñado por Manuel Jiménez García, Nagami X y desarrollado por To.org. Foto © Dmitry Kostyukov cortesía To.org

Hoy imprimimos sillas que se venden por unos 400 euros y producimos interiores a medida o incluso fachadas a un precio competitivo con las tecnologías de fabricación tradicionales. Ese es el verdadero cambio y el potencial que la impresión 3D tiene para la industria del diseño, cambiando por completo la forma de diseñar, producir y distribuir, no solo utilizando materiales sostenibles y creando productos únicos, sino replanteando todo su ciclo de vida desde el núcleo.

Esperamos que, además de nuestra aportación, el esfuerzo que muchos otros están haciendo para expandir esta tecnología ayude a que finalmente se produzca un cambio y contribuya a que estos nuevos métodos influyan en la forma en que producimos, distribuimos y consumimos para atender las necesidades diarias.

Imagen principal: Fábrica de Nagami, Ávila, España. Foto cortesía Nagami