Aguas creativas

La regeneración de los puertos y la continua evolución de la ciudad

En su texto La enseñanza y el aprendizaje del tiempo histórico, Joan Pagès Blanch y Antoni Santisteban Fernández introducen una idea sobre la transformación y el transcurrir del tiempo en la vida de las ciudades, exponiendo que, «Los cambios tienen un ritmo y una intensidad, se aceleran o se hacen más lentos. Para significar el ritmo y la intensidad del cambio se habla de evolución o de revolución. Si el cambio se analiza a partir de criterios cuantitativos aparecen conceptos como los de crecimiento o desarrollo. O se habla de transición o de transformación según la madurez del proceso de cambio. La visión positiva o negativa de los cambios históricos se relaciona con el progreso o la decadencia. Todos estos conceptos relacionados con el cambio son utilizados por la historia para la interpretación de la sociedad de cada época». Desde esta perspectiva, podríamos comprender también la historia de los puertos, cuya primera existencia acontecida 3.500 años antes de Jesucristo y nos permite entender cómo ha evolucionado desde su origen la ciudad portuaria, acontecimiento fundamentalmente asociado al tipo del transporte y del intercambio de mercancías, sea este por el modo fluvial o marítimo.

Es por ello que estas áreas urbanas, constituidas siempre en una zona límite entre el tejido urbano y el agua de un río o el mar, al mutar su destino no solo estará promoviendo una decisión de regeneración que ha de cambiar su forma y función, sino que su transformación impactará en la organización y fisonomía de toda la ciudad. Es esa cualidad, derivada del cambio urbano, la que explica cómo las áreas portuarias, desde mediados del siglo XX, se han constituido en los territorios de mayor metamorfosis de las metrópolis contemporáneas, reflejando la transición de un período de plenitud industrial a otra, donde el consumo, el ocio y el entretenimiento se han incorporado en base a una nueva interpretación de la cultura del agua en la ciudad.

Los espacios portuarios, anteriormente ocupados por actividades productivas o industriales, han sido progresivamente modificados como resultado del diferente desarrollo de las centralidades urbanas. En tanto la nueva escala de la movilidad y el transporte producto de la contenerización de las mercancías y la presencia de otro tipo de conectividad en las comunicaciones a escala global, alejaron los usos productivos tradicionales de la ciudad, llevando la localización industrial hacia las periferias.

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PORTO MARGHERA, VENECIA, ITALIA. IMAGEN ROBERTO CONVERTI

Paulatinamente las arquitecturas de las instalaciones portuarias fueron quedando sin uso y con ello también los modos de la movilidad y de los procesos del arribo o carga de las mercancías, reemplazados por sistemas de tecnología digital y logística de nueva generación, generando con la pérdida de los usos tradicionales otra dimensión y tipo de ocupación y en consecuencia otra intensidad y dinámica social, lo cual fue creando la percepción de territorios sin destino, deshabitados, ociosos, vacíos.

Conforme a ello el «terreno vacío», fue ocupado por espacios para el turismo y el entretenimiento, junto a residencias y oficinas especializadas, transformando los lugares sociales representativos de la vida urbana de la época industrial, en zonas globales de híbrida identidad.

En este contexto vale preguntarnos como generar un nuevo ciclo de regeneración en el borde de agua de las ciudades, que evite los efectos de la generalidad y promueva otras relaciones, más vinculadas al espíritu, la economía y la cultura de la producción, en tanto el desarrollo territorial sustentable representa uno de los temas que con mayor interés trata la planificación urbana y social.

Ante estas circunstancias, el futuro de las interfaces Ciudad-Puerto podrá renovarse, a través de sus cambios, como una zona que logre estimular el desarrollo de un salto social inteligente, una virtud singular que el espacio portuario también posee en su localización geográfica respecto a todo otro lugar conocido de la ciudad que habitamos.

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LA RÍA DE BILBAO, ESPAÑA. IMAGEN RINIO BRUTTOMESSO

La posibilidad surge de asociar el contexto portuario a un Clúster Marítimo de allí es que surge interesante incorporar el desarrollo de nuevas funciones derivadas de las industrias creativas en la visión de regeneración del territorio urbano portuario, en tanto se relacione incluso a este objetivo con el impacto generado por este tipo de actividades en el empleo joven.

En el documento La Economía Naranja: Una oportunidad infinita, precisa el Banco Interamericano de Desarrollo al exponer que, de los 3.300 millones de trabajadores en el mundo, la economía creativa generó en los últimos años 150 millones de empleos, demostrando que el gran diferencial de la economía creativa, es su impacto en la calidad de vida de la comunidad, entendiendo que este tipo de prácticas producen un retorno de la inversión en moneda-social y en moneda-simbólica.

Este modo de pensar la evolución del waterfront de una ciudad portuaria y la reutilización de sus preexistencias, va en línea también con la idea que una comunidad no progresa solo por la aplicación de recursos en proyectos u obras de infraestructura, sino que el valor prioritario es el de construir un sistema interpersonal y de decisiones en red, relaciones tangibles e intangibles que generan los sueños y las emociones que vinculan e integran a la sociedad con la herencia cultural de su ciudad.

Comparable a la existencia de un hardware y software urbano.

IMAGEN PRINCIPAL: La Habana, Cuba. Imagen Rinio Bruttomesso