Ciudades del futuro: ¿sin coches?

Cómo las ciudades en todo el mundo están saliendo de su letargo y dejando atrás el automóvil

Durante los últimos cien años, las ciudades se han sometido a una operación a corazón abierto para evolucionar y desarrollarse alrededor de la tecnología del automóvil y la movilidad. Las continuas complicaciones resultantes de dicha cirugía —en términos de medio ambiente y salud, de la vida cultural y social, de la política y la economía— son tan evidentes que podríamos definir el automóvil como el peor invento que la humanidad, como especie, ha fomentado.

En palabras del arquitecto Peter Calthorpe, los coches son «nocivos para el clima, nocivos para el bolsillo de la población, nocivos para la comunidad en términos de congestión y nocivos para la gestión del tiempo de la gente. Lo que quiero decir es que, lo miremos como lo miremos, tienen una connotación negativa: la falta de ejercicio es la receta perfecta para la obesidad, la calidad del aire es la causa de enfermedades respiratorias». Poco más que decir.

Aun así, Calthorpe es la excepción dentro de los arquitectos. Al igual que con muchas otras tecnologías, los arquitectos no han prestado la debida atención a las cuestiones derivadas del automóvil. Como consecuencia, la única influencia ejercida sobre el desarrollo de las ciudades ha estado en manos de una alianza formada por los ingenieros de tráfico, los grupos de presión de la industria automovilística y los políticos.

Continuamos con esta mentalidad, a pesar de enfrentarnos a tres problemas interrelacionados —la crisis climática, las epidemias y la creciente desigualdad— y directamente vinculados con la planificación de nuestras ciudades alrededor del automóvil. Las nuevas tecnologías de movilidad nos llevarán de nuevo al callejón sin salida creado por el coche a menos que los diseñadores y los legisladores introduzcan nuevos valores en los sistemas, servicios y espacios que conforman las infraestructuras de nuestro día a día.

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PATINETE ELÉCTRICO VOI, GOTEMBURGO. IMAGEN © DAN HILL

Por ejemplo, una tecnología prometedora como la de los viajes compartidos ha acabado articulada a través de compañías tremendamente capitalizadas que aumentan la congestión del tráfico en nuestras ciudades. Los vehículos autónomos, que podrían ser una alternativa viable a los servicios de autobuses locales que actualmente no son rentables, pueden acabar siendo coches que se conducen solos, sin resolver nada. La micromovilidad impulsada por datos podría ser una opción práctica, divertida y sana; pero también podría atestar nuestras calles y disuadir a los peatones de caminar. La realidad aumentada podría crear plataformas participativas de codiseño o simplemente, dar vida a prácticas ya existentes de consulta. El impacto de estas tecnologías dependerá enteramente de la forma en la que las ciudades las articulan.

Afortunadamente, muchas ciudades están modificando sus planteamientos. En 2015, el ayuntamiento de Oslo anunció su intención de blindar el centro de la ciudad a los automóviles. Como suele ser habitual, los comerciantes se opusieron a esta medida, a pesar de que es evidente que la creación de calles fácilmente transitables para peatones incrementa el gasto en los comercios de la zona. El ayuntamiento dio marcha atrás y se limitó a restringir las plazas de aparcamiento. En la actualidad esa infraestructura muerta se está transformando gracias a espacios compartidos y a un transporte público de calidad, incluyendo el servicio de bicicletas Oslo Bysykkel. Una ciudad más sana, más ecológica y vibrante está emergiendo de su impasible pasado pétreo.

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SILUETA DE LA CIUDAD DE OSLO. IMAGEN © URBAN SHARING

Helsinki, Estocolmo y muchas otras ciudades están aplicando planes similares, como el proyecto de Superbloques en Barcelona, el cual está liberando el arma secreta de la ciudad: la fabulosa estructura cuadriculada de manzanas creada por el plan Cerdà en 1859, articulada para tranvías, transporte activo y salud, de acuerdo con los valores actuales. Otras ciudades más pequeñas, como Tallin, ofrecen en la actualidad una red de transporte público totalmente gratuito. Otras pequeñas joyas, como Vauban en Friburgo, nos proporcionan años de evidencia que sugiere que, si bien existen complicaciones, las ventajas a la hora de dejar de lado el coche son infinitas. La tendencia está cambiando, primando los espacios y servicios compartidos frente a la tecnología individualizada del coche.

Las grandes ciudades como Londres, Nueva York y Melbourne también se apuntan al cambio, aunque con menos éxito. ¿Existe una relación más profunda entre el coche y las culturas más individualistas y privatizadas de los países de habla inglesa? Mientras que en Barcelona los coches utilizan aproximadamente un 25% del área urbana, en Houston este porcentaje alcanza el 60%. Y Londres, a pesar de los esfuerzos de su alcalde, Sadiq Khan, de crear zonas de bajas emisiones y días sin automóviles, es una ciudad tremendamente contaminada, agotando su cupo anual de contaminación durante las primeras semanas de cada año.

El desafío al que nos enfrentamos es si podemos rediseñar nuestras ciudades con la suficiente rapidez y profundidad, y cómo podemos hacerlo de forma eficaz y equitativa.

Dejando atrás estas pequeñas y acogedoras ciudades europeas, no parece lógico escoger Tokio como modelo de ciudad no dominada por los coches. Pero esta mega-ciudad-región en expansión es a la vez la bestia de hormigón y acero en constante evolución de Tetsuo Iron Man y Tokyo Ghoul y al mismo tiempo, el hogar de los barrios más humanos y súper ecológicos, seguros y estimulantes, pacíficos y creativos, transitables, aptos para andar en bicicleta y agradables que uno pueda imaginar.

En un barrio típico de Tokio como Kamata o Koenji —situados fuera de la intensidad turística de Shinjuku o Ginza— las calles son estrechas pero fluidas, definidas alrededor de la gente y la vegetación. No está permitido el aparcamiento en la calle, lo cual deja espacio para las macetas, para gente a pie o en bici, para las conversaciones y actividades; en una palabra, para la vida en la calle. Un edificio imponente como Moriyama House, de Ryue Nishizawa, encuentra su encaje perfecto en estos espacios, lo cual sería imposible si el automóvil tuviera una presencia masiva.

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MORIYAMA HOUSE, OBRA DE RYUE NISHIZAWA, ENCAJANDO A LA PERFECCIÓN EN UNA CALLE TÍPICA DE KAMATA, TOKIO. IMAGEN © DAN HILL

El aparcamiento de coches está ingeniosamente escondido en la arquitectura, de manera que es el automóvil el que aparece de forma furtiva al fondo, en vez de forzar a las personas hacia los márgenes. Una vez en la calle, la mayor parte de la logística se realiza a pie o en bicicleta.

Los barrios se encuentran agrupados alrededor de las estaciones de metro, que conectan a la ciudad a través de múltiples «centros» diferenciados. El patrón es muy simple: un metro súper veloz que conecta barrios súper lentos, distribuidos alrededor de múltiples concentraciones de actividad. Este modelo se repite en casi toda la zona sur de Honshu, con una población de 38 millones de personas.

Tokio nos muestra cómo equilibrar las antiguas tecnologías, como la bicicleta y el metro, con las nuevas, como la robótica, pero con calles verdes y humanas en un primer plano. Los valores excepcionales y complejos imperantes en Japón, algunos de ellos milenarios, impulsan este equilibrio; aun así, es fácil ver que los nuevos actores, como los vehículos autónomos y la micromovilidad, podrían hacer su aparición en este escenario íntimo de forma apresurada.

El diseño da forma a las ideas. Traduce nuestros valores como sociedad en las infraestructuras de nuestro día a día. En el pasado, estos valores se han expresado a través de inflexibles autopistas de hormigón, barrios mortalmente individualizados, préstamos baratos y varios coches aparcados en el césped. Sin embargo, podemos elegir los valores alrededor de los cuales podemos diseñar nuestras ciudades en el futuro, para adaptar las junglas de hormigón del pasado o las nuevas ciudades que construyamos para las nuevas generaciones.

Las tecnologías aplicables, como las bicicletas, los autobuses o el Blockchain, han sido probadas y están listas para implementarse. Los problemas que compartimos son cada vez más claros, y deberían motivarnos a lograr un cambio sistémico. El potencial de la gente, de los lugares y de la ecología es mayor que nunca. Ahora debemos aprender a combinar todos estos elementos para mostrar los lugares y las gentes a nuestro alrededor, dando preferencia a espacios y servicios compartidos antes que al individuo, sacando a la luz nuestras calles y desterrando los coches.

IMAGEN PRINCIPAL: Edificios de nueva construcción en Melbourne. Imagen © Dan Hill