Cómo la arquitectura aprende de los niños

Diseñar espacios que despierten la creatividad de los niños

Para un padre, no existe mejor experiencia que ver a su hija pequeña aprendiendo. Pero a menudo, y especialmente a edad temprana, entre los dos y los seis años, estos momentos cognitivos críticos del desarrollo infantil no tienen lugar en el colegio o en el jardín de infancia. El psicólogo infantil Robin Moore, a través de la investigación basada en la observación, describe claramente la forma en que los entornos de sus primeros años dan lugar a una forma de interacción diferente entre los jóvenes estudiantes. Tras analizar diferentes escenarios, concluye que «cada niño traza un patrón de “huellas de juego” por el vecindario, vinculadas con las huellas de otros niños conocidos o desconocidos». Sugiere que la característica más importante del juego infantil es el libre flujo de una actividad a otra, transformándose sobre la marcha. Afirma que existe un asombroso nivel de discernimiento e inventiva en cómo se utilizan los recursos del juego, pero esto siempre depende de la manera en que la arquitectura y la pedagogía se constituyen para permitir y, de alguna forma, coreografiar estas importantes actividades. Pero este juego no funcionará si no existe suficiente espacio y si no desafía al niño a ir más allá de lo que ya conoce, aunque sea en un entorno seguro.

Observemos, por ejemplo, cómo Gracie, de 14 meses de edad, focaliza su atención en descender por la cascada de agua del Princess Diana Memorial Fountain, situado en Hyde Park, en un día soleado.  La instalación es todo un desafío no solo porque el agua que desciende por el canal está fría, sino también porque ella carece del peso corporal necesario y la estabilidad es un auténtico problema. Además, la superficie de granito sobre la que mantiene el equilibrio está inclinada y presenta rugosidades sumergidas bajo la superficie que apenas se adivinan bajo el reflejo distorsionado de la corriente que fluye a gran velocidad. Debe sentir con sus pies además de ver con sus ojos.

A pesar de todo esto, ella ha visto a niños más mayores chapoteando y la idea de combinar sol y agua le ha parecido fantástica, ¿y a quién no? Pero también es consciente de que existen ciertos riesgos. Si se cae, se mojará y la temperatura del agua es heladora; el canal fluye hacia una piscina situada algo más abajo, y ella no sabe nadar aún. Por otro lado, su irresponsable padre, muy ocupado haciendo fotos, está cerca, por lo que decide que merece la pena arriesgarse.

 

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INVESTIGACIÓN BASADA EN LA OBSERVACIÓN, CÓMO UTILIZAN EL ESPACIO LOS NIÑOS DE CORTA EDAD, DUDEK ET AL. IMAGEN DUDEK ASSOCIATES

Jean Piaget dijo que los niños poseen un talento innato para el aprendizaje y la complejidad de las decisiones que el joven cerebro de Gracie debe gestionar —coordinar los movimientos del cuerpo, sopesar el riesgo frente al placer sensorial, el desafío que plantea un entorno desconocido— respalda las decisiones de Piaget. El reto de aprender durante el desarrollo infantil es mucho mayor que la necesidad de control y seguridad en esta etapa de su vida; la curiosidad no matará a este gato. El poder embriagador de la intuición y la sabiduría experiencial controla a la condición humana, la cual, si se aprovecha correctamente, puede potenciar el aprendizaje muy rápidamente y desde una edad muy temprana. Esto evoca la imagen de lo fácil que le resulta a un niño pequeño aprender cuando dedica más de un sentido a la tarea. Se trata de un aprendizaje natural: efectivo, informal y la mayoría de los niños lo hace con un espíritu despreocupado. Cualquier escuela envidiaría esta pedagogía improvisada.

De forma crítica, es la arquitectura —la forma física del entorno a la que la exponemos— la que se convierte en catalizadora de esta experiencia particular de aprendizaje inmersivo (sin doble sentido). En una ciudad espacialmente limitada como Londres, donde vive Gracie, esto tiene un valor incalculable. Esto no significa que este aprendizaje no pueda tener lugar en un patio trasero con cubos de agua, barro y unas cuantas tuberías, o en el campo, o incluso en el apartamento donde vive (aunque el espacio es limitado, al igual que ocurre en su aula o en la zona de juegos en el colegio). Aquí, es la combinación de una concepción espacial la que equilibra el riesgo y el disfrute sensorial; donde ella siente el agua, la oye y percibe la naturaleza del entorno, que es auténtico y encauza intensamente todos sus sentidos a la tarea. Esto es lo que lo hace tan cognitivamente fértil.

En resumen, en la arquitectura excepcional existe siempre una resonancia espacial que es muy poderosa, reafirmando su propio sentido. Enfatiza lo mucho que se le valora y al existir espacio suficiente, no se encuentra limitada. Psicológicamente puede ver y sentir el mundo en general. Lo más importante es que es imaginativa y, por lo tanto, estimulante. Al diseñar algo tan evocador, es evidente que la propia arquitecta se ha inspirado en sus propias experiencias infantiles para crear un espacio diseñado que combina el aprendizaje con el juego. Como arquitectos, entendemos este proceso reflexivo y sentimos instintivamente cómo la arquitectura aprende de los niños.

Imagen principal: Grace, de corta edad, disfrutando de la cascada de agua en el Princess Diana Memorial Fountain, Hyde Park, Londres, diseñado por Kathryn Gustafson, 2008. Imagen © Mark Dudek