El lujo de la transformación

¿Cómo pueden los diseñadores usar sus herramientas para imaginar no solo nuevos productos y lugares, sino también nuevas formas de vida?

¿Cómo me encuentro hoy? Te contesto con franqueza: estoy agotada. Dedico casi todo mi tiempo y energía a las exigencias de mi empresa y a mi vida familiar. Pero cada vez me agota más el esfuerzo mental que supone intentar conciliar los detalles de mi conveniente y agradable existencia diaria con la conciencia mediatizada de que la desestabilización del clima y la extinción de las especies son una amenaza real para las vidas de millones de personas, a menudo afectando con mayor crudeza a aquellas comunidades menos responsables del saqueo extractivo al que sometemos a nuestro planeta. Y a la vez debo intentar priorizar esas realidades urgentes, a pesar de las señales y distracciones sociales opuestas: «¿Dónde quedamos para comer?» «Mira: tengo 12 mensajes». ¿Cómo pasar de la falta de interés extenuante y alienada a la acción colectiva y creativa?

Partiendo de una posición de privilegio, soy consciente de lo que temo perder, pero ¿entiendo lo que podemos ganar como colectivo? Para la gran mayoría de personas que, como yo, tienen la fortuna de vivir en economías capitalistas avanzadas, lograr emisiones negativas y frenar la extinción de determinadas especies implica una transformación completa de nuestra forma de vivir, construir, trabajar, comer, viajar y mucho más. Tendremos que compartir más, consumir menos, priorizar las relaciones frente a las diferencias y las experiencias sobre los bienes materiales.

«Haz el amor, no el carbono». De entre las muchas pancartas ingeniosas portadas por los manifestantes durante las huelgas por el clima del mes pasado, esta actualización del eslogan contra la guerra de los años 60 ha quedado grabada en mi retina. Y me hace pensar: si de alguna forma logramos dar el salto a una sociedad verdaderamente sostenible, ¿qué ganaríamos en términos de placer y relaciones humanas? Y dado que mi trabajo me obliga a estar en contacto con diseñadores, ¿cómo podrían ellos ayudar a llevar esta transición a buen término?

Me quito el sombrero frente a los muchos diseñadores que trabajan arduamente para crear embalajes reciclables para los alimentos, sucedáneos de carne, coches eléctricos y bolsos fabricados en talleres de lujo sostenible. Pero en algunos casos, ¿estamos simplemente sustituyendo elementos de los sistemas que no funcionan en vez de ocuparnos de los propios sistemas? ¿De qué forma pueden utilizar los diseñadores sus herramientas para imaginar y desarrollar no solo nuevos productos y lugares, sino también diferentes formas de vida?

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VIVIENDAS SOCIALES GOLDSMITH STREET, NORWICH, REINO UNIDO, MIKHAIL RICHES Y CATHY HAWLEY. FOTO © TIM CROCKER

¿Cómo pueden los diseñadores ayudar a incrementar el valor actual y percibido de los espacios comunes, «comunes» en el sentido de cotidianos y de algo colectivo? El hecho de que este año el Premio Stirling al mejor edificio del Reino Unido haya recaído en las viviendas sociales situadas en Goldsmith Street, con un fuerte arraigo en la comunidad y construidas de acuerdo a los estándares Passivhaus (casa pasiva), es una señal esperanzadora del cambio de orientación del establishment arquitectónico sobre el concepto de excelencia. Y cada vez que me cruzo con una obra de arte público bien diseñada e instalada en las limpias y eficientes estaciones de tren de Singapur, mi corazón se llena de esperanza al pensar que un día podremos desechar la idea de que el conductor de un coche privado es el rey de la ciudad.

¿Cómo pueden los diseñadores acercarse a nuestros sistemas políticos y económicos —que piden a gritos una transformación— como lugares de intervención? La organización sin ánimo de lucro Center for Urban Pedagogy (Centro para la Pedagogía Urbana), con sede en Nueva York, viene realizando esta tarea de forma brillante desde 1997, reuniendo a diseñadores y artistas con políticos y defensores de las comunidades para desmitificar las cuestiones complejas de urbanismo y política de forma que una mayor cantidad de personas «pueda participar en su desarrollo». Muchas organizaciones sin ánimo de lucro de todo el mundo utilizan hoy en día el diseño como herramienta de empoderamiento cívico, de acción colectiva y de mejora de las políticas, pero ¡necesitamos muchas más!

El lujo es uno de esos términos, como premium, innovador, exclusivo, utilizado en marketing para crear un sentimiento general de aspiración carente de un estándar de valoración (aunque lo mismo puede decirse de sostenibilidad, responsabilidad, natural). ¿Cómo podemos transformar nuestro concepto general del lujo, alejándonos de los objetos de marca únicos o de los entornos creados para la posesión exclusiva y centrarnos en disfrutar del confort de las experiencias compartidas y la co-creación de sistemas abundantes y regenerativos? Uno de mis libros favoritos de la última década, The Abundance of Less, describe las comunidades inspiradoras y los medios de vida adecuados construidos por artistas y artesanos en el Japón rural de hoy en día. ¿Su título original? A Different Kind of Luxury. En esta línea, ¿cómo pueden los diseñadores ayudarnos a descubrir la belleza y la aventura donde nos encontramos en lugar de intentar atraparla en el horizonte? ¿Cómo puede el diseño, al igual que las mejores obras de arte, proporcionarnos una visión a largo plazo, en lugar de centrarnos en el aquí y el ahora?

Ha llegado el momento de expandir nuestra ambición a la vez que nos centramos en lo concreto. Se han celebrado numerosos eventos y exposiciones y se han publicado miles de artículos sobre la enorme escala de los desafíos a los que nos enfrentamos. Asimismo, han sido innumerables las conversaciones mantenidas sobre las limitaciones de lo que los profesionales creativos pueden lograr. Prefiero pasar mi tiempo con colegas que se prestan atención, alimentando los conflictos de los demás, planteando cuestiones como éstas y estableciendo las conexiones prácticas entre las cosas que amamos y el futuro que necesitamos.

IMAGEN PRINCIPAL: Pancarta “Un único mundo”. Imagen Markus Spiske, Unsplash