El Punto Nemo

La basura espacial abandonada órbita alrededor de la Tierra

Desde los años sesenta, cuando tuvo lugar el primer viaje espacial tripulado, la humanidad ha soñado con habitar otros planetas. Las últimas décadas han supuesto grandes avances en la conquista espacial y diversos arquitectos han colaborado con agencias como la NASA para dar forma a los sueños espaciales, diseñando el hábitat de los astronautas primero y ahora también el de los turistas espaciales. Probablemente, ninguno de ellos preveía el impacto de la basura espacial en las exploraciones alrededor de la Tierra.

En 1986 la Unión Soviética lanzó el primer módulo de la Mir, la primera gran estación espacial, cuyo ensamblaje continuó durante los siguientes diez años, y en la que vivieron hasta 125 cosmonautas hasta que dejó de funcionar en 2001.

La Mir, cuyo nombre en ruso significa ‘paz‘ y ’mundo‘, fue la precursora de la Estación Espacial Internacional (ISS), actualmente en órbita. La ISS es una obra maestra de ingeniería y arquitectura en la que el arquitecto británico David Nixon, quien fundó junto a Jan Kaplický el estudio Future Systems, jugó un papel clave. David Nixon diseñó para la NASA los compartimentos y el equipamiento personal de los cosmonautas, entre otros elementos. En la actualidad, también Norman Foster colabora con la NASA y la Agencia Espacial Europea en el diseño de sistemas de auto-construcción y hábitats para Marte y la Luna.

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‘MARS HABITAT’ DISEÑO DE FOSTER + PARTNERS PARA UN ASENTAMIENTO EN MARTE. © FOSTER + PARTNERS

Tras cuarenta años de lanzamientos espaciales, se calcula que aproximadamente 100.000 fragmentos de basura espacial orbitan alrededor de nuestro planeta, los cuales podrían suponer un grave problema para las naves espaciales y los satélites en funcionamiento, y generar un gran efecto en cadena, conocido como síndrome Kessler.

En la actualidad, cualquier compañía que lance un satélite al espacio debe cumplir con las leyes espaciales internacionales, reguladas por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA), así como contar con una estrategia para eliminar dicho satélite una vez termine su vida útil. Existen dos opciones para desmantelar un objeto espacial controlado: o bien enviarlo a una órbita exterior o bien mandarlo de vuelta a la Tierra. Los que se devuelven a la Tierra suelen desintegrarse por la fricción y la velocidad con la que entran en contacto en la atmósfera. Sin embargo, las naves y las estaciones espaciales de mayor tamaño no consiguen desintegrarse y para ellas se decidió crear un cementerio de basura espacial en la Tierra.

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ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL (ISS), EN CUYO DISEÑO COLABORÓ EL ARQUITECTO DAVID NIXON. © NASA

El Punto Nemo, o Polo de Inaccesibilidad del Pacífico, se encuentra en el sur de este océano, a 2.688 kilómetros de la Antártida, y es el lugar más alejado de cualquier lugar habitado. Desde 1971 se han enviado allí más de 263 naves espaciales y satélites. En 2001 se mandó la estación espacial Mir y sus 142 toneladas de escombros. En 2024 está programado que lleguen las 240 toneladas de ISS, la estación espacial habitable más grande de la órbita terrestre realizada por el hombre hasta la fecha.

Uno de los datos más relevantes en relación al Punto Nemo son las 26 partículas microplásticas por metro cúbico que en 2018 los barcos de la Volvo Ocean Race recolectaron en distintas muestras de agua cercanas a esta ubicación. Estas cifras no son tan alarmantes como las 357 partículas por metro cúbico que esos mismos barcos recogieron en el mar de la China Meridional. Sin embargo, el Punto Nemo está ubicado literalmente en medio de la nada, muy alejado de la civilización humana, y los resultados de estas muestras de agua son el claro reflejo del drástico impacto de la acción humana y de la ambición por conquistar nuevos territorios.

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EL PUNTO NEMO, UBICADO AL SUR DEL OCEANO PACÍFICO. © GOOGLE MAPS / MAP DATA 2016

El Punto Nemo se nombró en honor al Capitán Nemo, cuyo nombre proviene del latín y significa ‘nadie’. Se trata del personaje principal de la novela Veinte mil leguas de viaje submarino, publicada hace 150 años por el francés Julio Verne. La obra narra el viaje del capitán y su tripulación a bordo del Nautilos, un submarino que surca los océanos en busca de una misteriosa bestia que habita en el fondo del mar y que ha hundido numerosas embarcaciones. Una de las citas más conocidas del capitán Nemo es la siguiente: “El mar es la gran reserva de la naturaleza. El mundo, por así decirlo, comenzó en el mar, y quién sabe si no terminará en él (…) no necesitamos nuevos continentes, sino nuevas personas”.

¿Qué precio estamos dispuestos a pagar en la búsqueda de nuevos lugares que los humanos podamos habitar?

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DESECHOS PLÁSTICOS FLOTANDO EN EL OCÉANO. (CC) MICHAELISSCIENTISTS / WIKIMEDIA COMMONS

Es cuestión de tiempo que se empiece a comercializar el turismo espacial y puede que  lleguemos a ver las primeras construcciones en la Luna, con la consecuente generación de más basura espacial. Pero ¿qué precio estamos dispuestos a pagar en la búsqueda de nuevos lugares que los humanos podamos habitar si sucede un desastre natural a escala global? Es urgente buscar soluciones para paliar el actual impacto ecológico de la acción humana en nuestro propio planeta, en lugar de generar nuevos problemas. De no ser así, seremos nosotros mismos los que forcemos nuestra propia huida cuando la Tierra sea cada vez menos habitable.

Imagen principal: Basura espacial orbitando alrededor de la Tierra. © ESA / Spacejunk3D, LLC