En el bosque

La madera de ingeniería es tan versátil como sostenible

Olvídense del acero y del hormigón, o incluso de la fibra de carbono. El material de construcción más innovador es también el más antiguo: la madera o, para ser más precisos, la madera de ingeniería, es decir, la madera hecha a partir de la unión de pequeñas piezas de este material natural renovable. De estos nuevos productos, la madera contralaminada, o CLT, es el más revolucionario. De hecho, ya está cambiando la manera de construir.

Tradicionalmente, la construcción con madera se veía limitada por el tamaño y la forma de los troncos de los árboles. Grandes edificios, incluso relativamente altos, construidos hace siglos con enormes troncos de árboles muy antiguos todavía sobreviven en el norte de Europa y Asia. Con el tiempo, en muchos sitios se hizo imposible encontrar árboles adecuados para este fin – y ya ni hablemos de cultivarlos –, por lo que este método dejó de ser sostenible. A finales del siglo XIX el nuevo sistema de encolar láminas de madera permitió fabricar piezas estructurales más largas y curvadas provenientes de madera de árboles más jóvenes. Mientras, los sistemas de construcción Platform Frame o Balloon Frame mediante montantes estándares permitieron aumentar la rapidez de construcción y reducir los precios, a pesar de sus limitaciones estructurales y de prevención contra incendios.

El desarrollo del CLT en Austria y Alemania en los noventa cambió todo este panorama. El CLT es un panel estructural de madera sólida fabricado encolando tablas de madera en capas y cruzadas entre las mismas. Un robot corta en una fábrica los paneles a la medida exacta que se necesita para formar muros, suelos y cubiertas; después se entregan en el sitio de construcción y se ensamblan ahí para formar la estructura. La solidez y el gran tamaño de un panel de CLT (puede llegar a los 13,5 metros de longitud) es precisamente lo que le confiere una gran estabilidad, además de  resistencia al fuego. Los paneles de CLT son versiones a gran escala de las hojas de cartulina y las láminas de madera de balsa que se utilizan en las maquetas de arquitectura, excepto en que para las uniones se usan cierres mecánicos en vez de cola. Puestos en vertical, este innovador material representa, curiosamente, un regreso al muro de carga tradicional que dejó de utilizarse con el auge de la modernidad arquitectónica. Le Corbusier, deje sitio y apártese.

Dada la preocupación por el cambio climático, el descubrimiento del CLT no podía ser más oportuno.

Dada la preocupación por el cambio climático, el descubrimiento del CLT no podía ser más oportuno. La madera es un material renovable y absorbe CO2, lo que quiere decir que su huella de carbono es, de hecho, negativa (siempre y cuando no se incendie ni se pudra). Por contra, al fabricar acero y hormigón se libera carbono en grandes cantidades debido al alto nivel de combustión que se necesita. El acero, como mínimo, es reutilizable y, a falta de esto, reciclable, algo que no se puede decir del hormigonado in situ. Un problema creciente derivado de la demanda mundial de hormigón es la disminución de la arena disponible. Actualmente consumimos arena –mayoritariamente para fabricar hormigón– más rápidamente de lo que el ciclo natural del agua puede producir con la erosión, y la arena del desierto no es adecuada para la construcción puesto que se ha formado por la erosión del viento y los gránulos de arena son demasiado redondeados y lisos para fabricar hormigón.

Pero ¿puede el aumento del uso del CLT ser una de las causas de la deforestación en el mundo? Afortunadamente, el CLT funciona mejor cuando se fabrica a partir de árboles jóvenes, de rápido crecimiento y de madera suave que se cultivan en bosques controlados. Desde la invención del CLT, los bosques en Europa han aumentado un seis por ciento, según la revista Science Direct. En 2016 el CLT tenía un valor de mercado de 558,6 millones de dólares y se espera que llegue a los 2.000 millones de dólares en 2025, según los analistas Grand View Research.

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MAQUETA DE LA COOPERATIVA DE VIVIENDAS LA BORDA EN BARCELONA (ESPAÑA)

El CLT no es un sustituto para la cimentación en hormigón, por supuesto, pero en la superficie se utiliza cada vez más como material de construcción que combina de forma óptima la fuerza estructural, la resistencia al fuego y la velocidad de construcción con la sostenibilidad. Cada vez más se especifica como material en proyectos de construcción en los que la madera hubiera sido impensable solo hace una década. Por desgracia, el CLT normalmente se cubre con un revestimiento para evitar la exposición a la humedad y al sol, lo que impide apreciar el incremento de su uso desde el exterior.

El mejor momento para observar el uso del CLT en un edificio es mientras está en construcción, que fue precisamente cuando visité La Borda, una cooperativa de viviendas en el distrito de Sants-Montjuïc en Barcelona. Sus arquitectos, Lacol Arquitectura Cooperativa, con la asesoría de Miguel Nevado, un ingeniero especialista en estructuras de madera, además de los asesores de sostenibilidad Societat Orgànica, se propusieron diseñar unas viviendas lo más eficientes posible energéticamente, asequibles, flexibles y sociales. Lacol escogió el CLT por sus beneficios medioambientales además de la rapidez de construcción (aunque al final el proyecto ha tardado más de lo previsto en completarse debido a los obstáculos burocráticos).

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INTERIOR DE LA BORDA

El uso del CLT en este proyecto permitió afrontar características de diseño únicas. Las unidades de vivienda pueden adaptarse a las diferentes necesidades cambiantes con el paso del tiempo; por otro lado, el CLT permite grandes luces además de tolerar aberturas generosas en un muro de carga. Pero la característica social y climática más distintiva de La Borda es un atrio central rodeado de galerías que proporcionan el acceso a las viviendas en cada planta. La estructura de CLT minimiza el puente térmico en los balcones exteriores y galerías gracias a las propiedades aislantes de la madera. Además, el atrio cuenta con una cubierta de invernadero (diseñada en colaboración con los arquitectos de PAuS, Coque Claret y Dani Calatayud), que se cierra automáticamente cuando los sensores detectan vientos fuertes, bajas temperaturas o lluvia, lo que convierte este atrio en una chimenea de refrigeración natural en verano y en un invernadero en invierno, que calienta pasivamente el aire antes de que entre en las viviendas, con lo que se ahorra energía durante la vida del edificio.

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INTERIOR DEL EDIFICIO LA BORDA EN SU FASE DE CONSTRUCCIÓN

Si bien la invención del acero y el hormigón armado modificó radicalmente la arquitectura a finales del siglo XIX y principios del XX, la madera contralaminada está haciendo lo mismo en la actualidad. La carrera para construir el edificio de madera más alto ya está en marcha. De momento este récord lo ostenta una residencia de estudiantes de 18 plantas en la Universidad de la Columbia Británica, en Vancouver, aunque quedará pequeña si llega a construirse en Tokio un rascacielos de 70 plantas construido en un 90 por ciento con madera.

Imagen principal: International House, en Sídney (Australia), un innovador edificio de oficinas construido con madera por TZANNES architects. Imagen: Alamy stock photo