Historia de dos habilidades

El diseño y el conocimiento como precursores de la transformación del entorno

La tecnología nos aterra y nos fascina al mismo tiempo. Mientras algunos la ven como una línea recta hacia un futuro utópico, lleno de ventajas y bienestar, otros temen que la tecnología desenfrenada sea, en el mejor de los casos, la responsable de la mayoría de nuestros problemas actuales y, probablemente, un lastre para el futuro de la humanidad. Pero la tecnología no es magia, y no tenemos por qué temerla.

No debemos olvidar que los humanos somos «diseñadores por naturaleza». Como señalan diversos autores, como el filósofo Alva Noë —a quien debo este término— o el científico cognitivo Daniel Dennet, este hito ocurrió en un momento desconocido hace unos 300 millones de años, cuando la evolución separó a los humanos del resto del linaje homínido. El diseño es la puerta de entrada a la tecnología, su condición previa: mediante el uso de conocimiento sistemático, somos capaces de alterar sustancialmente las condiciones dadas en nuestro entorno para transformarlas, y lograr que trabajen a nuestro favor.

La causa de esta notable capacidad es la combinación de dos características, que se dan en otros animales, pero que en los humanos confluyen de forma particular y extraordinaria. Por un lado, la habilidad para utilizar instrumentos o herramientas; y, por otro, la capacidad de simbolizar lo que hacemos y lo que vemos, convirtiéndolo en unidades de conocimiento expresables y comunicables.

Technology applied to the design of ballet shoes.

Representación digital del pie de una bailarina en malla Voronoi, parte de un proyecto de investigación para un sistema paramétrico de diseño de zapatillas de ballet de punta. Imagen © Marilena Christodoulou

 

El ser humano utiliza herramientas, como es evidente. Las herramientas más simples, como los palos y las piedras, también son utilizadas por otros animales, como las aves, los peces e insectos y, muy especialmente, los simios. Pero los humanos realizan un uso sofisticado y avanzado de herramientas como cuchillos y armas, cerámica, refugios y edificios, coches y trenes. Hemos alcanzado un nivel de sofisticación extraordinario en el uso de herramientas que aumentan, complementan, protegen y nos permiten hacer cosas que no podríamos hacer con nuestras manos desnudas o nuestros cuerpos.

Además, más allá de las herramientas físicas utilizadas para aumentar nuestra fuerza física, hemos desarrollado herramientas de tipo simbólico, que nos permiten aumentar nuestras capacidades cognitivas. Ejemplos de ello son los números y las matemáticas, los conceptos y la filosofía, la lógica y el razonamiento y, por supuesto, el lenguaje. El arte del diseño y la arquitectura es una de estas aptitudes simbólicas, con las que el ser humano es capaz de modificar su entorno en beneficio propio y de otros congéneres. Es lo que llamamos tecnología.

Pero esto nos lleva a la segunda consideración sobre lo que separa a los humanos (homínidos) de los demás animales: el procesamiento simbólico que podemos realizar con esta tecnología. De hecho, «procesamiento simbólico» no es más que una forma imprecisa y útil de darle nombre. Aún no está claro si otros animales comunican el uso de herramientas a sus congéneres, o si se trata de un rasgo adaptativo o innato. Sabemos que transmiten la capacidad de hacer nidos, cascar nueces, tejer telarañas, encontrar flores o comida, o utilizar palos para buscar insectos en cavidades.

En los humanos, el fin último de la tecnología es alterar «el entorno» pero, además, se conceptualiza, describe, explica y transfiere a otros humanos, de forma muy eficiente, tanto con el uso del lenguaje (conocimiento explícito), como con la imitación y el aprendizaje (memes o conocimiento tácito). A gran escala, esta forma de operar ha dado lugar a una extensa cultura tecnológica y social, cuyos resultados más extraordinarios han sido las revoluciones agrícola, urbana, industrial y digital. La arquitectura, el urbanismo y el diseño forman parte de esta cultura tecnológica y siempre han evolucionado con ella.

Technology for the study of Bézier curves.

A series of Bézier curves digitally rendered with the help of Grasshopper. Image © Marilena Christodoulou

Lo notable es la relación entre ambas capacidades, y cómo interactúan para crear un potencial aún mayor. La transmisión de ideas, de conocimientos explícitos y tácitos —cultura científica y tecnológica— es precisamente lo que nos da la asombrosa capacidad de fijar nuevos objetivos y, a través del diseño, crear nuevas tecnologías, nuevas herramientas, nuevas formas de interactuar con el entorno y modificarlo en nuestro beneficio. La tecnología digital es sólo una capa más de sofisticación: máquinas que recogen, manipulan y transmiten datos, lenguaje —y a veces conocimiento— y son capaces de «aprender» siempre que el aprendizaje sea una manipulación de datos y lenguaje.

Es obvio que el mal uso y abuso de la tecnología se ha utilizado para someter voluntades y forzar a los humanos, y la excesiva violencia que se ha ejercido sobre la naturaleza nos ha llevado al borde del abismo. Pero la actitud del «ludita» tampoco es inteligente: la tecnología es la solución. Lo que tenemos que plantearnos es: ¿Quién posee y quién controla las tecnologías? ¿Y con qué fines?  Debemos hacer todo lo posible por comprender las tecnologías y desmitificarlas, para evitar el efecto «crecepelo» y realizar todos los ajustes necesarios para regularlas, tomando la sartén por el mango para asegurarnos de que la tecnología nos es útil. Porque no hay nada mágico en ella.

Imagen principal: Un mono capuchino juvenil utilizando una piedra como herramienta para abrir una semilla. Foto Tiago Falótico, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, vía Wikimedia Commons