Habitar el umbral

Hacia un mundo común

Al proyectar, el arquitecto debe imaginar no solo una sociedad o un habitante ideal, sino también cómo sus diseños pueden fomentar ideales de convivencia y comunidad. Solo así puede surgir una arquitectura verdaderamente relevante y transformadora.

Juhani Pallasmaa, Habitar (Editorial Gustavo Gili, 2016)

Entre los verbos que están redefiniendo nuestra forma de habitar se encuentra la acción de «esponjar» los edificios, más allá de cumplir solo con los requerimientos higienistas normativos. Esta práctica se ha convertido en una potente estrategia medioambiental al utilizar espacios intermedios bioclimáticos para reducir la demanda energética. Este vacío ya no solo es el negativo del espacio construido, sino que tiene consistencia propia y se proyecta con la misma intensidad que el lleno, pero con otras leyes —las leyes de la termodinámica—. Hoy podemos medir, cuantificar y simular el comportamiento de fluidos y analizar distintos parámetros para lograr el confort higrotérmico, acústico y ambiental en favor de una arquitectura sostenible.

Se trata de un vacío activo que, ubicado estratégicamente en relación con los flujos del edificio, aporta también un retorno social. Estos espacios, al estar cerca de las zonas habitadas, fomentan la sociabilidad en lugar del anonimato, transformándose en «condensadores sociales» que tienen el potencial de combatir la soledad y el aislamiento.

Incorporando elementos clave para el bienestar y la salud mental gracias a una arquitectura sostenible.

Living in Lime, Peris+Toral arquitectes, Imagen © Peris+Toral Arquitectes

Por otro lado, ante un previsible cambio de movilidad urbana, empieza a ser viable prescindir de los aparcamientos subterráneos en los edificios de viviendas. Esta situación abre la oportunidad de «renaturalizar» estos vacíos activos mediante plantas y árboles que enraícen y se infiltren directamente en el terreno, mejorando así la calidad del aire y fomentando el contacto con la vida y la naturaleza, elementos clave para el bienestar y la salud mental de las personas. Repensar los espacios de circulación como entornos biofílicos modifica la perspectiva: ya no son espacios que hemos de cuidar sino espacios que nos cuidan a través de una arquitectura sostenible.

La importancia otorgada por los arquitectos a los gradientes de espacios intermedios, como proceso de desaceleración de la vida y la energía yang de la ciudad a la calma yin del hogar, no es nueva. Sin embargo, la optimización de las circulaciones y la reducción del mantenimiento son parámetros que han prevalecido mayoritariamente en el proyecto de vivienda colectiva. La introducción de nuevas variables como la biohabitabilidad o los nuevos objetivos del consumo nZero de la Agenda 2030 transforman el marco, convirtiendo lo que era casi una utopía en una pregunta pertinente. 

Estos nuevos entornos invitan a repensar la vivienda desde su límite interno. Si aceptamos que el lenguaje condiciona y moldea el pensamiento, un primer paso para replantear la entrada de la vivienda es reconsiderar el concepto de lo «privado» en el léxico de la casa. El origen etimológico de «privado» del latín privatus, derivado de privare, implica connotaciones negativas como ‘separar’, ‘aislar’, ‘despojar’ o ‘privar’ del uso público, transformándolo en un bien individual y exclusivo. En contraste, el término «propio» se relaciona más con la persona que con la posesión, y sugiere la idea de adecuado, oportuno, ajustado, conveniente. Mientras «privado» implica una dicotomía excluyente entre lo común y lo privado, lo «propio» sugiere un ámbito intermedio más inclusivo y ambiguo.

La arquitectura sostenible fomenta el desarrollo de las conexiones vecinales y los espacios personalizables.

Living in Lime, 42 VPO Son Servera, Peris+Toral Arquitectes. Fotos © Marta Peris

En lugar de fronteras infranqueables, las puertas pueden transformarse en umbrales. En estos pequeños espacios apropiables y personalizables, no solo asoma la vida y la identidad de los habitantes, sino que también se manifiesta el instinto de territorialidad, innato a nuestra especie. Se convierten en ese ámbito de acción que los demás respetan como una distancia necesaria y que, en esas condiciones, puede ser permeable a la mirada y al aire. La intención no es diluir el límite sino espaciarlo. Se trata de otro esponjamiento, pero a otra escala: una burbuja habitada, hacia donde la casa se expande o se repliega a voluntad del habitante. En un entorno de confort, este diseño fomenta la aparición de vínculos de vecindad e interdependencia mitigando el aislamiento y la soledad no deseada, que a menudo se derivan del paradigma de individualismo y autosuficiencia que prevalece en nuestra sociedad.

Estos espacios compartidos representan un significativo reto social, dado que cada interacción conlleva un riesgo inherente de conflicto, debido a la diversidad de necesidades y expectativas. No obstante, algunas experiencias indican que estos espacios propician ciertos patrones de conducta constructivos. Al hacer visible la porosidad y continuidad del espacio vivido, que se extiende más allá de las paredes interiores del hogar, surge una percepción colectiva de corresponsabilidad: lo común pertenece a todos en lugar de no pertenecer a nadie. Al presenciar las huellas cotidianas del habitar, como los juegos infantiles o incluso el simple acto de cuidado de las plantas, se fomenta una mayor consciencia de compartir un mundo común. Esa dimensión común que empieza a despertar en nuestra conciencia.

Imagen principal: 22@ Habitar, Peris+Toral arquitectes, Imagen © Peris+Toral Arquitectes