La energía de los estadios

El diseño de estadios debe tener un impacto positivo sobre las ciudades

Los estadios y las instalaciones deportivas son dos ejemplos de las expresiones más antiguas de arquitectura urbana, y han estado presentes en nuestras ciudades durante mucho más tiempo que las grandes catedrales medievales o las estaciones de tren de la Revolución Industrial. De inmediato nos vienen a la memoria las instalaciones deportivas de la Antigüedad, como el Estadio de Olympia o el Coliseo de Roma, pero los espectáculos deportivos no fueron únicamente un fenómeno del mundo occidental. Es posible encontrar recintos para el juego de pelota en la Mesoamérica histórica, mientras que en la antigua China se reservaban espacios en las ciudades (e incluso dentro de los palacios) para el cuju, una de las primeras formas de fútbol. Estos recintos históricos atraen a millones de visitantes cada año, y la incorporación de muchos de ellos a la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO pone en valor su singular importancia cultural. Sin embargo, raras veces los estadios modernos son considerados de manera tan positiva como sus equivalentes en la Antigüedad.

Los recintos monofuncionales del siglo XX suelen estar situados en barrios periféricos con malas conexiones, rodeados de inmensos aparcamientos de hormigón. Consumen una cantidad ingente de energía y contribuyen no solo al aumento del tráfico y a la contaminación atmosférica y acústica, sino también al efecto isla de calor urbano. A los estadios modernos no les ha ido mucho mejor. Los gastos de construcción a menudo se disparan con respecto a los presupuestos y los estadios emblemáticos construidos para grandes eventos tienden a caer en desuso y acaban en mal estado.

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ANFITEATRO ROMANO DE ARLES, UTILIZADO COMO ESTADIO EN LA ACTUALIDAD. (FUENTE: WIKIMEDIA COMMONS).

Esto no siempre tiene por qué ser así. La historia nos muestra que los estadios tienen la capacidad de impulsar el desarrollo urbano y adaptarse a la cultura de cada época. El Anfiteatro de Arles, construido por los romanos en el 90 a. C. es una muestra de lo versátiles que pueden llegar a ser los estadios. Tras la caída del Imperio Romano en el siglo V pasó a ser una fortaleza con cuatro torres, transformándose con el tiempo en una floreciente población con más de 200 hogares. En el siglo XIX se adaptó la estructura para alojar corridas de toros tras una campaña destinada a conservar el recinto como monumento histórico. La imponente Arena de Verona, construida 60 años antes que Arles y 40 años antes que el Coliseo, ha logrado perdurar en el tiempo y hoy en día es uno de los recintos operísticos más importantes a nivel mundial gracias a su extraordinaria acústica.

Los estadios modernos de hormigón y acero iluminados del siglo XX carecen de la flexibilidad de sus equivalentes en la Antigüedad. Aun así, tienen un inmenso potencial para transformarse en estructuras que ayuden a mejorar la ciudad de manera activa. En un entorno cada vez más consciente de los efectos del comportamiento humano sobre el medio ambiente, los estadios emergen como lugares clave para la mejora de la sostenibilidad social y medioambiental. En concreto, dos estrategias parecen estar gozando de una mayor aceptación: el estadio como central eléctrica y como eje urbano.

Una central eléctrica urbana

Los estadios son ideales para la generación de energía. Sus cubiertas disponen de una gran superficie para la instalación de paneles fotovoltaicos y tienen la suficiente altura para utilizar microturbinas eólicas. Uno de los estadios modernos con mayor impacto positivo es el Estadio Nacional de Kaohsiung, en Taiwán. Utiliza 8.844 paneles fotovoltaicos para generar 1,14 GWh de electricidad al año, reduciendo la emisión anual de dióxido de carbono en 660 toneladas y suministrando al área circundante hasta el 80 por ciento de la energía cuando no está en uso.

El estadio Johan Cruijff en Ámsterdam lleva esta idea más allá. Al combinar más de 4.200 paneles solares con baterías de vehículos Nissan LEAF usados, pretende no solo generar suficiente electricidad para alimentar al estadio, sino también almacenar la energía suficiente para acabar con su dependencia de los generadores diésel de reserva. El sistema de almacenaje de energía de 3 Mw es el sistema de baterías comerciales más grande de Europa y existe el proyecto de aumentar su capacidad añadiendo puntos de recarga de vehículos eléctricos, permitiendo así que los coches aparcados actúen como almacenes adicionales.

Los principales estadios muestran una clara tendencia a invertir en iniciativas medioambientalmente sostenibles. El circuito de Indianápolis, el recinto deportivo de mayor capacidad del mundo, ha instalado un parque solar de 9 Mw en una zona adyacente a la pista, con más de 39.300 paneles fotovoltaicos con capacidad para alimentar a 2.700 hogares en la zona, compensando 10.288 toneladas de dióxido de carbono al año. El estadio Lincoln Financial Field, en Filadelfia y el US Bank, en Minneapolis han obtenido la certificación “oro” del sistema LEED otorgado por el Consejo de Edificios Ecológicos de Estados Unidos. Ambos están comprometidos con la utilización de energías renovables y la política de “cero residuos”, habiendo eliminado el uso de plásticos de un solo uso (el estadio Lincoln Financial Field ha retirado gradualmente las pajitas de plástico, mientras que el US Bank utiliza embalajes compostables para alimentos) y mejorado la eficiencia hídrica.

Viviendas y espacios públicos

El fortalecimiento de la comunidad y la sostenibilidad social también se encuentran dentro de la órbita de los estadios modernos. Junto con la certificación ISO 140001 para su Sistema de Gestión Medioambiental, el estadio de Wembley en Londres está trabajando para lograr la certificación ISO 20121:2012 de Gestión de Eventos Sostenibles, con la intención de que todos los eventos tengan un impacto positivo en la comunidad y sean accesibles para todos. Fenway Park, en Boston, alberga un huerto urbano de más de 400 m2 en su azotea, utilizado para promover una alimentación saludable. Aunque no está abierto al público, el huerto es visible desde las gradas y se estima que aproximadamente 500.000 niños y adultos, muchos de los cuales no conocían el proceso de cultivo de alimentos, interactúan con el huerto cada año.

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LA VILLA OLÍMPICA DE LOS JUEGOS DE LONDRES 2012, TRANSFORMADA EN LA ACTUALIDAD EN UNA COMBINACIÓN DE VIVIENDAS SOCIALES, ASEQUIBLES Y PRIVADAS. (FUENTE: WIKIMEDIA COMMONS).

Cada vez más viviendas se incorporan a los nuevos proyectos de construcción de estadios. El Parque Olímpico Reina Isabel en Londres alberga hoy en día cinco complejos residenciales, tres de los cuales son viviendas sociales, mientras que el nuevo Tottenham Hotspur Stadium incluye 585 viviendas, escuelas, un centro de salud comunitario y un área de juegos multiuso con canchas de futbito, puestos de comida y cafés. De esta forma, el desarrollo de proyectos de uso mixto refuerza la compactibilidad y la multifuncionalidad, utilizando el suelo de forma más eficiente y contribuyendo a la regeneración de espacios urbanos.

Los estadios continúan siendo el motor inmortal de la ciudad, reinventándose continuamente para afrontar los retos de la vida urbana moderna. Desde los antiguos teatros y estadios, hasta los ejes comunitarios y centrales de energía renovable, los estadios tienen la capacidad de aunar múltiples funciones, y pueden ayudar a las ciudades a crear un futuro más sostenible.

Claire Coulter, directora del Clúster para Ciudades Sostenibles de la Universidad de Portsmouth, es coautora de este artículo.

IMAGEN PRINCIPAL: La cubierta del Estadio Nacional de Kaohsiung, con más de 8.800 paneles fotovoltaicos, puede suministrar energía al 80% del área circundante. (Fuente: Wikimedia Commons).