La sala de estar, una ventana a la sociedad

Analizando el cambio social a través del espacio doméstico común

“A veces, cuando pienso en las tremendas consecuencias de las pequeñas cosas, tengo la tentación de pensar en que no hay pequeñas cosas.” – Bruce Barton

Dentro de un edificio de viviendas de color mostaza en Boden, en el norte de Suecia, una familia de refugiados sirios está organizando un acto para la comunidad local. En Brooklyn, Zúrich, Sídney y Shanghái, varios desconocidos miran vacilantes a su alrededor en un espacio comunitario, recién amueblado, con comida para picar, una mesa de billar y un televisor que la inmobiliaria de viviendas compartidas que alquila los pequeños apartamentos se ha encargado de abastecer. En Milán, un experimento, en el que Google colabora, controla las reacciones emocionales de los humanos al moverse por un espacio determinado. En Los Ángeles, un proyecto global de vídeo-vigilancia ha empezado a observar los movimientos de cientos de personas por su sala de estar, encendiendo las luces y avisando de cuándo deben regar las plantas.

Lo que antiguamente había sido un lugar de reclusión social y espacial, alejado de la presión del mundo y la sociedad, el lugar de celebración de comidas familiares, el escenario principal de los personajes de las series televisivas, y la habitación que más abunda en los museos para ilustrar periodos históricos pasados… la humilde sala de estar ha cambiado. ¿Qué representa una sala de estar? ¿Cómo puede este espacio unificar las vidas de las personas desplazadas en busca de un nuevo hogar? ¿Puede una única habitación contener la naturaleza espacial de las redes sociales o los comportamientos domésticos y profesionales simultáneos de aquellos que trabajan desde casa? En esta nueva fiebre del oro de extracción de datos personales, ¿qué significan para los anunciantes y las redes sociales las estadísticas que se han recopilado sobre las salas de estar de cientos de hogares?

La sala de estar vista a través del arte, la tecnología y el interiorismo 

Artistas, diseñadores y teóricos han estado ocupados analizando el significado de la sala de estar en el contexto del cambio social y tecnológico actual. En AI More than Human, una nueva exposición en el Barbican londinense, la artista Lauren McCarthy propuso una versión humana de Alexa de Amazon, consistente en un sistema inteligente activado por voz pensado para servir a las personas en su hogar, como una asistente personal, un pelín sexy y servil, que todo lo sabe y todo lo ve. Durante una performance que se alargó varios días, la artista dispuso micrófonos, cámaras, interruptores y pestillos encargados de recoger información y controló la vida doméstica de varias personas las veinticuatro horas del día. Su proyecto es un análisis sorprendente y muy poderoso sobre la relación que se origina en el espacio ambiguo entre humano-máquina y humano-humano.

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'SOMEONE’ DE LA ARTISTA LAUREN MCCARTHY: CENTRO DE CONTROL HUMANO PARA EL HOGAR INTELIGENTE. FOTO CORTESÍA DE LAUREN MCCARTHY

En una exposición reciente en Milán, Google colaboró con la arquitecta de Nueva York, Suchi Reddy, para crear Space for Being (Espacio para estar), un experimento neuro-estético que medía la temperatura de la piel y el ritmo cardíaco de los visitantes a fin de analizar su respuesta fisiológica y subconsciente a los espacios. Para Reddy y Google, la sala de estar era el campo de pruebas perfecto para monitorear cómo el cerebro y el cuerpo reaccionaban a diferentes condiciones espaciales. A pesar de que este experimento puede parecer un poco siniestro, Google defiende que esta tecnología para recopilar información podría usarse para adaptar los espacios a las diferentes necesidades físicas. Las grandes empresas que empezaron a recopilar datos de nuestros teléfonos y ordenadores ahora están entrando en nuestros hogares.

Mientras tanto, en núcleos urbanos cada vez más densos y más caros como Nueva York, Londres y Shanghái, los promotores se han dado cuenta de que pueden reemplazar la sala de estar particular por un espacio comunitario. Espacios de co-vivienda como The Collective en Londres y WeLive en los Estados Unidos ven cómo un modelo de vivienda en el que los habitantes del edificio cuentan con habitaciones privadas, pero comparten un salón comunitario tiene cada vez más adeptos. A pesar de suprimir la sala de estar del espacio privado, los residentes afirman que al concebir el salón como un espacio compartido el sentimiento comunitario puede reavivarse.

La arquitecta, investigadora y artista Sandi Hilal se centra en la sala de estar como un espacio para fomentar la capacidad de acción de las personas desplazadas. En los últimos dos años, su proyecto Al-Madhafah The Living Room ha funcionado como un espacio local auto-organizado donde los refugiados celebran encuentros con la comunidad local sueca basados en la tradición siria de Al-Madhafah, que considera la sala de estar como un espacio de hospitalidad. Para muchos refugiados, tener que adaptarse a otra cultura, clima e idioma, además de haber perdido su hogar, sus costumbres y el sustento, es un reto muy difícil, por no hablar de la inestabilidad emocional que comporta la condición de temporalidad permanente. “Creo que lo que los refugiados echan más de menos es la costumbre de presentarse en casa de alguien para charlar un rato”, dice Hilal, después de reflexionar sobre el aislamiento social y la frustración que muchos refugiados sienten sin acceso a sus sistemas de resolución de conflictos o socialización habituales. Al ejercer su derecho a ser anfitriones en sus salas de estar, los refugiados ya no sienten que solo forman parte de unas estadísticas o que son unos invitados pasivos en un nuevo país, sino dueños de su propia historia. El modelo altera la eterna dinámica entre el refugiado –que es el invitado– y el local –siempre el anfitrión–, y añade así una nueva dimensión sociopolítica a este pequeño acto de hospitalidad.

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Ya sea como espacio de resistencia ante un ejercicio mundial de recopilación de datos, o un lugar donde los habitantes solitarios de la ciudad encuentran una comunidad, o bien una forma para que las comunidades desplazadas puedan ejercer su capacidad de acción; todas estas mutaciones aparentemente intrascendentes sobre cómo se concibe, se usan los espacios comunitarios y cómo se diseña la sala de estar revelan, en el fondo, la trasformación del poder, la política y la tecnología, instigadora de los cambios más profundos del siglo XXI. Efectivamente, la sala de estar ofrece una pequeña ventana a los grandes cambios experimentados por la sociedad a una escala mundial.

IMAGEN PRINCIPAL: vista exterior de The Yellow House, sede del proyecto Al-Madafah The Living Room de Sandi Hilal. Foto: © Elias Arvidsson