Límites

Horizontes lejanos, horizontes cercanos

Jorge Luis Borges definió la sensación de contemplar el lejano horizonte de la Pampa como un «vértigo horizontal». Es sabido que todo aquello que el ser humano no puede contener ni medir provoca en él un aturdimiento, pero a lo que el escritor porteño se refiere es a la inmensidad aparentemente irreductible del territorio americano: vértigo es lo que siente el europeo que contempla por primera vez las praderas del oeste de Estados Unidos, la tórrida campiña del Planalto brasileño, o las llanuras de la cuenca del Paraná. 

Sin embargo, lejos de abandonarse a la fuerza que opone la naturaleza, ha creado mecanismos para domesticar el territorio y hacerlo reductible y mensurable. Acercar ese horizonte lejano es su meta, humanizarlo. Domesticar el paisaje natural no es invadirlo, sino llegar a un compromiso de equilibrios con él. 

La arquitectura ha sido el medio para alcanzar el compromiso entre la escala doméstica y del territorio, en este caso, del territorio americano. En concreto, se ha servido de dos estrategias fundamentales para colonizarlo: «recintar» y referenciar, es decir, establecer márgenes y marcas sobre el paisaje.  

La casa de Asunción parte precisamente de esta premisa. La tapia de ladrillo delimita una minúscula porción de la llanura paraguaya, la acota proporcionándole una escala humana donde es posible establecer un hogar. No todo este micro-territorio se cubre, así que el umbral que genera la cubierta nervada equilibra los ámbitos que quedan bajo la luz y la sombra, a la vez que identifica un «exterior interno», el jardín, que es la reminiscencia controlada de aquel paisaje que ha quedado extramuros. Esa apropiación parcial del territorio es lo que se entiende aquí como «recintar». 

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Casa unifamiliar, Asunción, Paraguay, 2020, Josep Ferrando Architecture. Imagen © Leonardo Méndez

Del mismo modo, el nuevo edificio de la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires se integra en el campus completando el recinto en torno al jardín central y, asimismo, construye un frente con su fachada hacia la calle Sáenz Valiente. Los márgenes que establece son locales dentro de la lógica programática del campus, pero también hay una contribución urbana, un compromiso con el paisaje compartido de la ciudad. En deferencia a las estructuras existentes de los galpones y de la antigua sede de aguas sanitarias, el edificio se apropia de un ritmo ordenado de pilares que compone la fachada con una organización tripartita, más densa conforme se alcanza la cota de la azotea. Si en la planta baja los vanos entre soportes responden a la necesidad de una dimensión de ágora, en la azotea estas luces no podrían competir con el horizonte de Buenos Aires, ni con el del Río de la Plata. Así, la reducción de los pórticos a la escala de unos ventanales proporciona una cadencia a ese horizonte, lo domestica y permite contemplarlo sin que su presencia sea invasiva.  

Algo de esa idea de secuenciar el horizonte tras una columnata también influyó a la hora de acometer la exposición Matter and Light en el Museo de Arte Moderno MAM de Río de Janeiro (Affonso Eduardo Reidy, 1955): las maquetas expuestas en un plano elevado conjugan su presencia con los monumentales soportales de hormigón que segmentan el horizonte de la Bahía de Guanabara. 

A study of the horizon behind a colonnade, in an exhibition in Rio de Janeiro.

Exposición «Matter and Light», Museo de Arte Moderno MAM, Rio de Janeiro, 2015. Imagen © Pedro Kok

Cuando abarcamos un paisaje con la mirada lo «recintamos» mentalmente, mientras que en un mapa lo hacemos gráficamente. La arquitectura debe construir esos márgenes, en ocasiones traducidos en plataformas o porches. El Museo de Arte de São Paulo MASP (Lina Bo Bardi, 1958), el Museo Brasileño de Escultura MuBE (Paulo Mendes da Rocha, 1987) o la Ilha Musical (Decio Tozzi, 1987), todos ellos en São Paulo, muestran como el plano horizontal de un suelo o una marquesina pueden imponer límites claros al horizonte.  

Así sucede en la casa de Asunción y en el pabellón «Nido de la Cultura» frente a la costa rioplatense de Vicente López (2017): ambas generan una plataforma elevada, un suelo artificial para divisar el horizonte desde una nueva cota cero.  

The Argentinian horizon behind the pavilion Nido de la Cultura.

Pabellón «Nido de la Cultura», Vicente López, Argentina, 2017, Josep Ferrando Architecture. Imagen © Federico Cairoli

El paisaje americano exige a la arquitectura un margen de acción muy amplio, pensado desde lo local pero también como infraestructura que articula el territorio a escala global. Esta acción, que denominaremos «glocal», no consiste en levantar un hito o un objeto protagonista en el paisaje sino que tiene que ver con marcarlo: un fondeo humano en el medio natural.  

El pabellón de Vicente López, por ejemplo, emplazado en un contexto de gran amplitud horizontal, fija además un punto de referencia en el paisaje a través del cual pueden establecerse tensiones o relaciones de proximidad, distancia y visibilidad. Esta idea fue condensada en el dibujo de Le Corbusier para su propuesta urbana de Buenos Aires de 1938. 

En la costa opuesta del continente, frente al Pacífico, el trazado continuo de la antigua línea de ferrocarril impone sobre el páramo de Ocho Quebradas, Los Vilos, una infraestructura que, al quedar obsoleta, carece de un elemento que defina un «aquí y ahora». El pabellón itinerante surge con el propósito de fundar una coordenada frente al horizonte oceánico, ya no como una cicatriz sobre el terreno sino por el roce de un punto de tangencia variable que se desplaza por los raíles enfatizando su función persistente de conectar todo el territorio, la escala que en definitiva puede abarcar la rueda al girar. 

The horizon of the Chilean coast behind the pavilion Ocho Quebradas.

Pabellón «Ocho Quebradas», Los Vilos, Chile, 2015, Josep Ferrando Architecture. Imagen © Nicolás García

El horizonte es un límite natural infinito hasta que alguien lo contempla por primera vez y comienza a construirlo mentalmente. Conviene no olvidar que todo paisaje contiene las trazas físicas de quien lo transforma, pero también lo que no se ve. Sus límites humanos finitos son los de la memoria y los de la experiencia de aquellos que lo han habitado en el tiempo: lo que es y lo que evoca.  

Imagen principal: Universidad Torcuato Ddi Tella, Buenos Aires, Argentina, 2019, Josep Ferrando Architecture. Imagen © Federico Cairoli