Espacio público

El carácter teatral de lo intermedio

Durante más de 30 años de trayectoria profesional nos hemos dedicado a crear lugares y edificios culturales. Los vestíbulos, el tipo de espacios que se sitúan en lo intermedio, entre el espacio abierto de la calle y las zonas interiores donde predominan las actividades programadas, siguen llamando nuestra atención. Se trata de espacios cargados que anticipan la obra, que nos preparan para el trabajo, espacios de idas y venidas, que acogen la quietud y la mirada solitaria. En cierto modo son dependientes, y por lo tanto podrían ser vistos como secundarios, con una geometría que no es fija y límites derivados de las exigencias de los interiores más funcionales. Sin embargo, estás zonas intermedias también son primarias. Son los espacios a través de los cuales se presenta un edificio, su función es dar la bienvenida, liberándonos de un mundo excesivamente centrado en la intensidad de la finalidad. Su principal característica es su carácter intermedio: un ajuste impreciso entre lo público y lo privado, entre lo antiguo y lo nuevo, entre el interior y el exterior, el confort en la ocupación. Podrían ser descritos como espacios contingentes, incluso no comprometidos, espacios en los que la decisión de entrar puede ser facilitada o pospuesta, en los que puedes hallarte en la órbita cultural o arquitectónica del edificio sin cruzar un umbral físico. La comprensión de estos espacios proviene de la reflexión en la experiencia, de observar, de observar que se observa, de la absorción inconsciente y el recuerdo consciente de las lecciones aprendidas en el momento oportuno.

El vestíbulo del Irish Film Institute (IFI) es un recorrido además de un lugar. Su configuración espacial proviene de una cadena de espacios antiguos y nuevos que conducen como escalones desde la calle hasta el corazón del edificio, para terminar en una sala exterior al otro lado de la manzana.  El espacio central elevado, con su cubierta de cristal similar a las de las estaciones de ferrocarril, ha sido diseñado con un carácter externo, como una plaza donde convergen diferentes caminos, a la que asoman la cafetería y las ventanas ciegas en los antiguos muros de ladrillo. Gran parte de la energía proviene de la fuerza de lo nuevo frente a lo antiguo, de las estancias readaptadas que imponen su geometría en un espacio de uso general.

Podemos denominarla «campo», porque este tipo de planificación, entre lugares secundarios y recorridos cambiantes, es de carácter veneciano, pues se trata de lecciones prácticas que se aprenden al recorrer las calles de esta ciudad italiana, obtenidas no solo del análisis de mapas y planos sino también de la experiencia personal de las condiciones espaciales, observando cómo las personas ocupan los diferentes lugares y se mueven a través de rutas entrelazadas. Es la repetición de secuencias similares, pero nunca idénticas, lo que permite asimilarlas a nuestra forma de trabajar. Venecia es la ciudad de las emotivas ausencias, espacios vacíos que parecen albergar el fantasma de un espectáculo que uno acaba de perderse. ¿Cómo puede captarse ese sentimiento de presencia en una estructura estática? ¿Tiene que ver con los sorprendentes cambios de dirección, entrando en el «campo» por una esquina y descubriendo que la salida rara vez se encuentra en el extremo opuesto, reforzando la sensación de encierro en su interior antes de avanzar? ¿O es porque estos espacios sin tráfico tienen dimensiones que normalmente encontramos en el interior de los edificios? El paseo de diez minutos desde la Accademia hasta la Frari es una secuencia de compresión estrecha y liberación angular que culmina en la calle Stretta Lipoli, aparentemente sin salida, pero entonces descubrimos una grieta, a través de la cual se atisba la mole de ladrillo de la iglesia y otra serie de espacios urbanos comienzan a abrirse paso. Ese minúsculo espacio mide menos de un metro de ancho. En un dibujo parecería un error y, sin embargo, toda la muchedumbre de Venecia se mueve libremente a través de él. Si esa zona de paso urbana se hubiera diseñado con la ayuda de analistas de flujos de tráfico o asesores encerrados en sus oficinas, el hueco tendría cuatro metros de ancho y se perdería todo el dramatismo.

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SADLER’S WELLS DANCE THEATER, CROQUIS DEL VESTÍBULO. IMAGEN O’DONNELL TUOMEY ARCHITECTS

El IFI, nuestro primer edificio público, fue diseñado para trazar un camino a través de una maraña de tejido urbano histórico. Convertía una manzana semiderruida en un lugar nuevo. Nuestro siguiente proyecto se centró en la otra mitad completamente derruida de esa misma manzana, un espacio cultural externo para eventos y actuaciones. Mientras el IFI se encontraba aún en construcción, como parte del colectivo Group 91 ganamos el concurso para el Plan Marco Cultural de Temple Bar, y diseñamos dos edificios enfrentados en Meeting House Square, dos edificios conectados por una idea inmaterial. Las películas se proyectan desde un espacio alojado en el National Photography Archive sobre una pantalla situada en la ventana de la Gallery of Photography. En el otro eje, el teatro se representa en un escenario abierto hacia el exterior. La plaza tiene las características de un espacio interior. Es un espacio de encuentro para las cuatro instituciones que lo rodean, un mercado de alimentos durante el fin de semana y un espacio tranquilo alejado del bullicio de la ciudad.

En estos primeros trabajos hicimos realidad el anhelo de que los edificios culturales públicos, con planos permeables y flexibles, con conjuntos de espacios intermedios, pudieran sentirse como extensiones naturales del espacio de la ciudad, lugares interiores y exteriores abiertos al ámbito cívico, como los antiguos vestíbulos de las estaciones de tren. Este pensamiento está presente en todos nuestros edificios culturales: el Lyric Theatre en Belfast, el Irish Language Centre en Derry, el Sean O’Casey Centre, la Central European University en Budapest. En el centro de estudiantes de ocho plantas de la London School of Economics, la propia escalera, con sus rellanos y pasillos, se convierte en espacio público.

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VESTÍBULO, LYRIC THEATRE, BELFAST, 2011, O’DONNELL TUOMEY ARCHITECTS. FOTO © DENNIS GILBERT

Todos estos proyectos nos prepararon para alcanzar un nivel superior. Habíamos aprendido a actuar estratégicamente y a pensar de forma experimental al mismo tiempo. Nos dimos cuenta de que cada casa necesita una estrategia urbana y cada manzana necesita un espacio íntimo. Cuando llegó la oportunidad de diseñar un nuevo barrio cultural, educativo y residencial en el este de Londres, estábamos preparados para acometer este proyecto.

Somos los arquitectos del nuevo V&A East Museum y del Sadler’s Wells Dance Theatre que se encuentra en construcción en el barrio cultural East Bank.

El teatro de la danza es un edificio cuadrado de planta ordenada. El auditorio flexible hace esquina y se eleva a toda la altura del edificio. Seis estudios circundan el torreón de tramoya en dos rangos en los niveles superiores.  Debajo de los estudios, el fluido vestíbulo en forma de L, obtiene orden y ritmo de la estructura profunda de los estudios rectilíneos situados más arriba. Las escaleras y los núcleos de servicio que definen los recovecos del espacio continuo proporcionan compresión y liberación. Se trata de un salón público con una cafetería, bares y una plataforma de danza comunitaria. Sus actividades se extienden al exterior bajo un profundo pórtico que da sombra y cobijo, como si de una ceja sobre la entrada se tratara, y que es en sí mismo un lugar de reunión y actuación.

Hay que hacer el trabajo en el que se cree, y hay que comprometerse con él.  El tiempo juzgará si la combinación de usos, junto con el carácter del propio lugar, puede generar el compromiso público y la interacción social deseados.

IMAGEN PRINCIPAL: Sadler’s Wells Dance Theater, estudio del vestíbulo. Imagen O’Donnell Tuomey Architects