Rehabilitar para rehabitar

Respeto y responsabilidad

En arquitectura, el término rehabilitar se entiende como el conjunto de técnicas e intervenciones aplicables a un edificio para su recuperación y reutilización. Pero más allá de la definición puramente académica, cuando hablamos de rehabilitación estamos hablando de respeto y responsabilidad. Respeto por una ciudad construida, que habla de su historia y refleja el esfuerzo de nuestros predecesores. Responsabilidad para con la herencia recibida y hacia las generaciones futuras. La rehabilitación se convierte pues en un instrumento para conservar la historia, preservar la memoria y proteger el paisaje que dibujó el parque edificado.

Rehabilitar un edificio es renovarlo, actualizarlo, adaptarlo a las funcionalidades presentes y futuras que, con toda seguridad, serán diferentes a aquellas para las que fue inicialmente diseñado, pero ofreciendo las mismas prestaciones a todos los niveles como si de un edificio nuevo se tratara.

En ese sentido, en rehabilitación, el proceso proyectual no parte de una idea, a la que sucede un diseño que luego finaliza con la ejecución de la obra. El punto de inicio es un edificio ya existente, que requiere de un análisis preciso, profundo y exhaustivo, la diagnosis, para definir y detallar sus características, incluso aquellas menos evidentes, su singularidad, que permitan proyectar en consecuencia su rehabilitación y dotarlo de otra vida útil para que siga prestando servicio a la sociedad con todas las garantías.

Toda actuación que se realiza en un edificio, esté o no catalogado como edificio de carácter patrimonial, se debe a la esencia propia del mismo y por ese motivo no debe ser transformado sin una reflexión profunda de las afectaciones, a todos los niveles, que esas intervenciones suponen en dicha construcción.

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CASA BURÉS, SALA DE JUEGOS, EDIFICIO MODERNISTA CATALOGADO COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL, BARCELONA, FRANCESC BERENGUER I MESTRES, 1900-05. IMAGEN GENERALITAT DE CATALUNYA, VIA WIKIMEDIA COMMONS

La experiencia profesional de 30 años nos permite confirmar con toda convicción que esta primera fase, la diagnosis, es de suma importancia, porque de su precisa definición se minimizarán las incertidumbres y, en consecuencia, las desviaciones durante la fase de obra, tanto en términos económicos como en tiempo de ejecución.

Desde hace dos décadas, la rehabilitación en el conjunto de los países que conforman la Unión Europea se sitúa por encima del 25-30%, a excepción de los años de crisis profunda en los que la proporción en proyectos de rehabilitación se dispara por el acusado descenso de obra nueva. Si bien España busca la convergencia con Europa, lo hace a un ritmo más lento y tardío. Los índices españoles parten prácticamente de zero hace tres décadas para estabilizarse entorno al 15%, vislumbrándose un potencial de crecimiento enorme para el sector de la rehabilitación en España.

En el sentido macroeconómico, la rehabilitación, y en particular la rehabilitación estructural, tiene por delante un espectacular recorrido en nuestro país. Teniendo en cuenta que la sostenibilidad es el gran reto del futuro próximo, la rehabilitación ve incrementado su potencial de desarrollo considerando que es la técnica más sostenible y menos agresiva y, por tanto, la más respetuosa con el medio natural, para crear espacios arquitectónicos. Los datos así lo confirman: el coste en emisiones de CO2 que produce la rehabilitación en la fase constructiva es del orden de la mitad que en obra nueva.

Cuando rehabilitamos un edificio, aprovechamos gran parte de la obra principal ejecutada en otro momento, aprovechamos la masa de materiales existentes, las fachadas, los forjados, los muros principales; no así las instalaciones, acabados y muchas veces tampoco distribuciones ni funcionalidades. Y lo que sí conservamos y rehabilitamos casi siempre al 100%, para dar un nuevo ciclo de vida completo al edificio, es la estructura.

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CASA BURÉS, DETALLE DEL TECHO ANTES DE LA REHABILITACIÓN, BARCELONA, FRANCESC BERENGUER I MESTRES, 1900-05. IMAGEN BIS STRUCTURES

Las necesidades de la sociedad y los usos cambian con el paso de los años. Se dice que cada 15 años se modifica el orden de las normativas y, por tanto, los requerimientos son nuevos y normalmente, por la propia evolución del entorno, más exigentes. Y es lógico: queremos más seguridad, más calidad, más tranquilidad y también más durabilidad. Y es aquí donde la innovación adquiere un papel relevante.

Parte de la innovación que se aplica en rehabilitación, con el tiempo, acaba siendo una tecnología aplicable en obra nueva (es el caso de las fibras de carbono o los morteros con fibras). Impulsar la innovación en los materiales, en los sistemas y en las metodologías en el sector de la construcción, es invertir en uno de los agentes motor de la economía europea. Y esto sólo se puede producir con el tándem empresa-universidad, y con la colaboración y la financiación de los gobiernos.

La certificación en los productos y tecnologías de la construcción no sólo es obligatoria en un sentido legal y normativo, sino que es muy necesaria e imprescindible para trabajar con confianza y tranquilidad profesional. La certificación sólo se puede entender desde un organismo o institución de prestigio, independiente y autónomo, que pueda invertir tiempo en su estudio y validación y corrobore que un producto cumple o no con los estándares de calidad que se le exigen para ser utilizados con garantía y solvencia.

Rehabilitación, sostenibilidad e innovación indiscutiblemente convergen en el modelo de economía circular. Rehabilitar un edificio es recuperar todas sus posibilidades en la fase final de su primer ciclo de vida y trasladarlas al punto de partida. Renovar sus funcionalidades es ejecutar una obra con respeto al medio ambiente. Aplicar nuevas tecnologías es crear valor desde la investigación.

Rehabilitar para rehabitar es la manera más inteligente y eficaz de recuperar una construcción que, de otro modo, se convertiría en obsoleta.

IMAGEN PRINCIPAL: Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, conjunto modernista catalogado como Patrimonio de la Humanidad, UNESCO, Barcelona, Lluís Domènech i Montaner, 1902-20. Imagen Jesús Arpón, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons