Seguir la corriente

Vivir con el agua

La triste verdad es que, mientras una parte de la Tierra sufre las consecuencias de una sequía implacable, muchos de nosotros viviremos pronto en un mundo más húmedo y en el que el agua será protagonista. El aumento del nivel del mar, las tormentas devastadoras, la crecida de los ríos y la reaparición de los lagos serán una realidad en el futuro. La cuestión ya no es cómo detener estos fenómenos. La cuestión es cómo convivir con ellos.

Entre las principales causas del cambio climático se encuentran dos visiones del mundo relacionadas entre sí: que los seres humanos son independientes de todo lo que existe en el planeta y que todo lo que existe es nuestro para usarlo a nuestro antojo y agotarlo. Aunque estas ideas no eran exclusivas de Europa, los actuales sistemas globales humanos son innegablemente fruto de la cultura, la colonización y el imperialismo económico europeos de los últimos siglos.

Esta mentalidad está tan arraigada en el mundo contemporáneo que rara vez cuestionamos la idea de que la Tierra y todo y todos los que la habitan son recursos: una creencia raramente reconocida y fomentada por el capitalismo. Con manos astutas e inventos ingeniosos, hacemos que muchas de nuestras vidas sean cada vez más seguras, cómodas y saludables. Domesticamos plantas para la agricultura y animales para el trabajo y la alimentación. Pescamos en los océanos y cosechamos la tierra con herramientas cada vez más sofisticadas. (¡Los peces no tienen dónde esconderse!) Excavamos en la tierra para extraer minerales y energía. Al obcecarnos en conseguir más de todo —y más riqueza para una minoría cada vez menos numerosa— obviamos las consecuencias inmediatas y a largo plazo.

Y así, el número de seres humanos ha crecido y crecido y crecido hasta el punto de que hemos invadido nuestro planeta con 8.000 millones de habitantes… y la cifra no cesa de aumentar. En términos darwinistas, estamos en la cima de la evolución; una especie con tanto éxito que hemos bautizado una era geológica con nuestro nombre: el Antropoceno.

Living surrounded by water.
LA VIDA CON EL AGUA: LAS VARIADAS CULTURAS DE TONLE SAP PROSPERAN EN COLABORACIÓN CON LA NATURALEZA. FOTO © LISA FINDLEY

Somos una especie tan desarrollada que incluso los sistemas tecnológicamente alterados que nos han sostenido han alcanzado sus límites. Aunque en un primer momento las consecuencias eran apenas perceptibles, hoy en día es innegable que nos han llevado a la crisis. Mientras nos esforzamos por escapar del inminente colapso que hemos desencadenado, buscamos herramientas, estrategias y algún tipo de esperanza. Cada día trae consigo una cascada de cambios. En cuanto a nuestro futuro más húmedo, ya no hay debate: los glaciares se están derritiendo a un ritmo exponencial. Las temperaturas más cálidas están generando más humedad en el aire, que cae en forma de lluvia y nieve. Toda esa agua liberada tiene que ir a alguna parte.

Arquitectos, urbanistas y un amplio abanico de expertos en políticas buscan urgentemente soluciones para convivir con estas aguas crecientes que amenazan a millones de personas. Casas flotantes, pueblos flotantes, ciudades flotantes, agricultura flotante. Se ha hablado mucho de proyectos y propuestas recientes para afrontar esta nueva realidad. Sin embargo, estas respuestas existen desde hace mil años y proponen algo más que estrategias estructurales: demandan un profundo cambio de actitud.

Tenemos la suerte de que, en pequeños rincones de nuestro planeta, aún existen culturas en las que ha perdurado un extraordinario saber sobre la convivencia con el agua. Estas culturas, a veces autóctonas de un lugar antes de la incursión europea u otras incursiones coloniales o imperiales, se consideran casi universalmente integradas en su contexto natural y no separadas de él. Entre ellas se encuentran los pueblos vietnamita, cham y jemeres que habitan el lago Tonle Sap, en la actual Camboya.

Floating villages for protection from the action of water.
TONLE SAP: LA FLOTACIÓN PERMITE A LAS ALDEAS REUBICARSE FÁCILMENTE CUANDO SUBE EL AGUA. FOTO © LISA FINDLEY

El Tonle Sap, el mayor lago del sudeste asiático, alberga uno de los ecosistemas más diversos y uno de los mayores caladeros continentales del mundo. También está sujeto a asombrosos cambios de volumen durante la estación de los monzones: cuadruplicando su superficie y añadiendo hasta 10 metros de profundidad. Esta oscilación estacional ha dado lugar a dos estrategias de vida distintas: la flotación y los pilotes. Las aldeas flotantes tienen la ventaja de poder trasladarse, y suelen anclar en aguas menos profundas de una ensenada o cerca de la siempre cambiante costa, donde están más protegidas de los vientos y las olas del lago. Las aldeas sobre pilotes, aunque fijas, están conectadas a tierra durante la estación seca, y a las oportunidades agrícolas y económicas que esta conexión proporciona.

Para los más de 1,5 millones de personas que viven en el lago, este cambio anual del nivel del agua es un hecho cotidiano. Pero evitemos describir esta forma de vida como algo «gratificante», ya que vivir en y con el lago Tonle Sap no es algo para idealizar. Aunque el lago proporciona pescado y otros alimentos, casi todos aquí viven en lo que la ONU y el Banco Mundial llamarían «pobreza».

A village on stilts during a low water season.

Tonle Sap: a stilt village during the dry season with low water. Photo © Lisa Findley

Hay mucho que aprender de de las técnicas de estas viviendas flotantes y casas sobre pilotes. Pero la forma de vida en el paisaje constantemente cambiante del lago Tonle Sap —y de muchos otros entornos húmedos— nunca será aplicable a los miles de millones de personas amenazadas por la subida del nivel del mar. Lo que sí es importante aprender de estas culturas es la mentalidad de adaptarse a un enorme sistema natural con estrategias de bajo impacto para hacer frente a las fluctuaciones del nivel del agua: los cambios recurrentes de húmedo a seco y de seco a húmedo.

En definitiva, nuestras vidas dependen de que rechacemos las actitudes anticuadas y equivocadas sobre la la separación entre el ser humano y la «naturaleza» que surgieron en la Ilustración y persisten hoy en día. En cambio, el saber autóctono que ha sobrevivido en el siglo XXI —a pesar de los intentos de eliminarlo— encierra una valiosa lección: debemos vernos a nosotros mismos como parte integrante de un planeta asombrosamente bello, complejo y más húmedo. Como los habitantes del lago Tonle Spa, para sobrevivir debemos seguir la corriente.

Imagen principal: Aldea sobre pilotes Tonle Sap durante la crecida. Foto Takepicsforfun